La lotería toca poquísimo. Es un hecho en el que la mayoría estará de acuerdo; y el que no, será porque le ha tocado y su opinión al respecto es interesada. Encima, no hay a quién echar la culpa de que no toque: ni al caballo, ni al jinete, ni a los equipos en las quinielas, ni a uno mismo por no saber de fútbol o saber demasiado (en cuyo caso toca poco), ni al crupier, ni a la ruleta lastrada, ni a la maquinita, ni a la mala mano ese día con las cartas... La apuesta a un número es azar en estado puro. Después del sorteo la alegría más extendida es la de los que no han jugado y se ahorraron el décimo. En cuanto al reintegro, aunque toca bastante, siempre me ha parecido un premio humillante y perdonavidas, casi una limosna. Un amigo que compra lotería ya ni mira, y dice "si ha tocado ya me enteraré". Al menos este año el anuncio no ha sido publicidad engañosa. Ahora a probar con el Niño.