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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Así es el legado de Aznar

El expresidente del gobierno don José María Aznar ha escogido estas fechas navideñas propicias a los regalos y a los parabienes para hacerle uno muy especial al señor Rajoy: su renuncia a seguir como presidente de honor del PP. Se trata, al decir de la mayoría de observadores, de un regalo envenenado ya que marca, respecto de la opinión pública, un paso más, quizá el definitivo, en el proceso de ruptura de los dos políticos que han conseguido para su partido los mayores éxitos electorales.

Después de esto ya solo le queda romper el carné de afiliado, o embarcarse en un nuevo proyecto político tomando como rampa de lanzamiento una fundación (FAES) ya completamente desligada desde hace unos meses del PP. La ruptura se produjo mediante una carta acompañada de una llamada telefónica y formalmente fue un trámite cordial pero a nadie se le oculta que el ruido de fondo suena más a reñidero de gallos que a fiesta de cumpleaños. Desde hace tiempo, las malas relaciones entre el expresidente y el hombre que él mismo eligió para sucederlo en la dirección del PP, son un secreto a voces y ninguno de los protagonistas ha hecho demasiados esfuerzos para disimularlas. Para entender ese largo proceso, hay que remontarse a las elecciones generales de 2004, las primeras a las que concurrió Rajoy como cabeza de lista del PP.

Aznar estaba seguro que heredaría La Moncloa ("Mariano, te ha tocado", le dijo cuando lo ungió como sucesor) pero los atentados del 11-M y las ocultaciones del Gobierno respecto de su autoría cambiaron radicalmente las perspectivas electorales y el vencedor fue Zapatero. ("Tú y tu maldita guerra", parece ser que le reprochó Rajoy a Aznar).

Cuatro años después vino la segunda oportunidad, pero también en esa ocasión fue derrotado por Zapatero. Su trayectoria como líder de la centro-derecha española parecía haberse truncado definitivamente y Aznar, El Mundo, la cadena COPE, Esperanza Aguirre y bastantes más presionaron para que renunciase. Pero, para sorpresa general aguantó y con la ayuda de Rita Barberá ("¡Rita eres la mejor!") y de su entonces poderoso clan salió reforzado del congreso de Valencia.

Luego, la crisis económica y la claudicación socialista le brindaron, a la tercera, una mayoría absoluta y ahí sigue en un segundo mandato casi milagroso después de aguantar atado al palo de una embarcación que corría el riesgo de naufragar como dicen que hizo Ulises para resistir los irresistibles cantos de las sirenas que lo atraían hacia las escolleras. Se han escrito muchas cosas sobre la capacidad de resistencia de Rajoy, su imperturbabilidad ante las agitaciones en su contra, y su confianza en que los enemigos acaben por derrotarse a sí mismos sin necesidad de entrar en combate con ellos.

Pero una de las más graciosas hay que atribuírsela al profesor Ignacio Sánchez Cuenca. En su opinión, en Rajoy se dan una serie de prodigios que han acabado por ser legendarios entre los vecinos de Pontevedra. "Nació con barba -escribe- podía leer los titulares del Marca a los ocho meses, fumaba puros a los dos años, y antes de cumplir los cinco recitaba de memoria los artículos del Código de Comercio". Ese es el legado -involuntario, claro- que nos dejó Aznar.

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