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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La segadora

Una de las cosas que más critica la oposición al Gobierno -hasta que las urnas cambian las tornas, por supuesto- es la manía de la propaganda. Entre otras razones porque se "come" el poco terreno que se le permite a quien no está en el poder, que consiste en atribuirse, por aquello del control y el seguimiento, alguno de los éxitos que se loan. Aunque hay una excepción: la que se refiere a los impuestos, de cuyo aumento nadie quiere el "mérito".

Es un hecho que lo más desagradable para un político, como para cualquier otro habitante de un país, es pagar los tributos sobre todo cuando se aumentan. Lo que hace años -bastantes, pero no tantos como parece- era algo casi graciable en muchos países, se convirtió, por mor del llamado "Estado del bienestar", en una carga tanto más pesada cuanto más se extendía un modelo, al que nadie quería renunciar si lo tenía y al que todos buscaban apuntarse en caso contrario.

Pero todo comenzó a irse al traste cuando las crisis encarecieron los costes y redujeron los ingresos. Y como no era admisible para un gobierno lograr que sus ciudadanos/as renunciasen voluntariamente a los beneficios de un modelo insostenible en la nueva circunstancia, todos los Estados del mundo civilizado hicieron dos cosas: una, subir los impuestos y, otra, anunciar que a la primera ocasión los rebajarían.

Con razón o sin ella, la rebaja se convirtió en una promesa que desembocó por la fuerza de los hechos, derivados de la última crisis en una contradicción: decir una cosa y hacer otra.

Lo demás, la evidencia, la mala conciencia de los gobiernos y la credulidad de muchos de sus votantes, pasó a depender de la habilidad de quienes hablaron de "recortes" cuando en realidad empleaban una segadora y de "esfuerzos" cuando querían decir sacrificios. Aparte, claro, de disfrazar no sólo las palabras, sino los hechos mismos.

Y en esta última "virtud" destacó enseguida España. Primero en el mandato de Zapatero y de forma especial en los dos primeros años de Rajoy, en cuyos programas se especificaban unas líneas y después ejecutaron las contrarias, apelando a las "circunstancias" o a la "herencia" recibida.

Y en Galicia, otro tanto de lo mismo. El último ejemplo se conocía ayer mismo, cuando este periódico daba a conocer que el "catastrazo" va a suponer en 2017 una importante subida de la contribución -el IBI- para más de 158.000 viviendas. Y eso a pesar de que Montoro, el voraz ministro de Hacienda, había dicho que enjugaría el exceso de déficit sin perjudicar a elementos claves de la vida ciudadana. Por lo visto, su señorías cree iguales la vivienda que los licores o los refrescos. C´est la vie. ¿No...?

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