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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Colectas en favor de monumentos

Leo en la prensa que la estatua del Cristo Redentor que corona el Pico Corcovado en Río de Janeiro necesita de costosas reparaciones para mantener erguida su estampa a una altura de 710 metros sobre el nivel del mar. La estatua, de hormigón hueco, tiene 30 metros de altura y desde su inauguración en 1931 se convirtió en uno de los polos de atracción del turismo mundial y quizás el símbolo más reconocible de la ciudad brasileña. Desafortunadamente, la obra que concibieron los arquitectos Paul Landowski (francés) y Gheorghe Leonida (rumano) es costosa de conservar (suele ser el destino de buena parte de las descargas eléctricas durante las tormentas) y el Obispado dice no disponer de los 1,4 millones de euros que se precisan para ello, ya que los ingresos por entradas se los reparten fundamentalmente entre el Gobierno y la empresa concesionaria del transporte de turistas.

A la vista de ello, el Obispado, aparte de pedir ayuda a las autoridades y receloso de que sus peticiones no sean atendidas con la diligencia necesaria, ha puesto en marcha una de las maniobras recaudatorias en las tiene acreditada larga experiencia como es pasar el cepillo. Al fin y al cabo fueron las donaciones particulares, y especialmente las de la gente más modesta, las que consiguieron sumar el dinero necesario para construir el monumento. (Buena parte del fabuloso patrimonio inmobiliario que acumula la Iglesia católica se consiguió por ese sencillo procedimiento).

La historia me recuerda la participación que tuve en la colecta para construir un monumento al Sagrado Corazón en la cima del monte Naranco de Oviedo. Trabajaba yo entonces en el periódico "La Nueva España" y una de las obligaciones de mi cargo era recibir a las visitas. Algunas de una pesadez importante y de una contumacia en su quejas o en sus peticiones que ponían a prueba la amabilidad mejor entrenada. Entre las muchas que recibí estaba el Padre Vilariño, un jesuita gallego que allegaba fondos para construir el monumento que cité más arriba. Se trataba de un viejo proyecto de la catolicidad ovetense que tenía por objeto sustituir con una imagen sagrada el Memorial de la Media Luna erigido en honor de las tropas marroquíes que habían contribuido, dentro del ejército franquista, a levantar el cerco de las tropas republicanas durante la Guerra Civil.

El Padre Vilariño me pidió que el periódico contribuyese a dar noticia sobre el proyecto y yo le contesté que no había inconveniente en ello, entre otras cosas porque al pertenecer entonces a la cadena de prensa del Estado estaba en la obligación, por mandato constitucional, de difundir toda clase de ideas. Desconozco en qué medida contribuimos a darle impulso a la colecta pero el asunto prosperó rápidamente y en julio de 1981 se inauguró el monumento con asistencia del obispo Gabino Díaz Merchán, un clérigo con fama de progresista. El Padre Vilariño en cambio no era de esa cuerda. Más bien lo contrario. Algunas veces coincidíamos en el kiosco. Él compraba "El Alcázar", un periódico que ya desapareció. Como me estaba agradecido me dio un consejo: "Querido Ponte, lo importante es España". Luego, lo destinaron a León y ya no supe más de él. Creo que algunos sermones suyos no gustaron a la superioridad.

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