El ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, no se imaginó que una "reflexión en alto" sobre la integración de la alta velocidad en la ciudad podría provocar la "tormenta perfecta" de controversia, polémica y "clamor popular" como le gusta decir a los que se quieren convertir en maquinistas de la reivindicación. La realidad es que el asunto del AVE es de largo recorrido, como las promesas de unos y otros, con plazos que se incumplieron y diseños de trazados que se encuentran dentro del laberinto de credibilidad.
Y en medio de toda la polvareda aparece Jácome con un nuevo giro interpretativo, para colocar el AVE en un peculiar diván del psicoanalista, pero a la ourensana. Un argumento para explicar lo del ministro, con ese "lapsus freudiano", o lo que viene siendo lo mimo, el "resbalón espectacular" de las personas cuando se dan cuenta de que revelan de forma evidente lo que en realidad piensan, sin censura alguna. Como dijo Freud, es ese impulso humano a decir la verdad. Como sucede en estas y otras cosas, es una variante más de esa política del exterior para el interior.
