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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las reglas

La decisión de las cuotas de pesca confirma que nunca llueve a gusto de todos

A poco que se repase, la decisión que ha tomado la UE acerca de las cuotas de pesca en aguas de frecuencia gallega, es una confirmación expresa del viejo refrán español según el cual nunca llueve a gusto de todos. Y es que mientras los gobiernos exhiben músculo y presumen de "éxito rotundo", las organizaciones profesionales lo dudan en algunos casos y lo niegan en otros, de forma que proponen casi todos como norma rechazar el resultado.

Pero eso sería también injusto, porque en la batalla que todo acuerdo de este tipo necesita antes de firmarse, España -y por tanto Galicia- no ha salido demasiado mal, y era más probable al inicio del proceso acabar peor de lo que se acabó. Porque en especies claves para la pesca gallega, como la merluza o el rape, se han salvado los muebles, por decirlo de algún modo, y hasta la casa misma, que estuvo bajo amenaza cierta de desahucio.

En todo caso, los que recomiendan oponerse a la resolución pierden el tiempo porque las instancias judiciales europeas, farragosas y casi tan lentas como las de aquí, suelen resolver pensando más en el Derecho comunitario que en el nacional y, como si se supiesen la sabiduría popular de aquí, consideran las reglas de la UE como las lentejas, que si las quieres las tomas y si no las dejas; pero si las dejas te servirán doble ración después.

Y no sólo está ahí lo malo. Aún hay algo peor: que las reglas son de obligado cumplimiento para los socios del club, pero no para terceros que suministran un alto porcentaje del pescado que demanda el mercado europeo, tanto en fresco como en conserva.Y como, al no cumplir las reglas, su producto sale más barato, pues doble patada en el trasero para el sector.

En Galicia se han probado varios sistemas para tratar de reducir el impacto y potenciar el sector: empresas mixtas, factorías de transformación en países lejanos y, por supuesto, protestas y discusiones en el seno de la UE; todo ello sin alcanzar los objetiv'os deseados. Habrán, pues, de analizar otras perspectivas, entre ellas recurrir a otros organismos internacionales, sobre todo los lobbies ecologistas de la defensa de las especies marinas, que tienen cada día más fuerza social, influyen en los electorados y por tanto tienen un creciente peso político.

La tarea no es fácil, porque esos lobbies en su versión europea, son los que casi deciden las cuotas, pero no es una batalla imposible si se acierta a difundir los enormes daños que en Extremo Oriente por ejemplo, causan al ecosistema los competidores de la pesca gallega. Es una idea, pero hay que saber plantearla y defenderla, y para eso hay que estar unidos.

¿O no...?

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