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De vuelta y media

La limpieza de la ciudad La privatización del servicio se produjo en 1973 por iniciativa del arquitecto

Enrique Barreiro tras constatar la incapacidad del Ayuntamiento en su gestión

La limpieza de Pontevedra siempre dejó mucho que desear. En tiempo inmemorial cada vecino tenía que barrer delante de su casa. Cuando el Ayuntamiento asumió toda la labor, no mejoró demasiado el porte de la ciudad, a pesar de los denodados esfuerzos de alcaldes y concejales delegados, cada maestrillo con su librillo.

Acosado por una situación que producía sonrojo a mediados del siglo pasado, el alcalde Juan Argenti Navajas llegó a un acuerdo verbal con el constructor Porfirio Diz Baltasar para ensayar una suerte de servicio mixto, entre la municipalización y la privatización.

Entonces era el adjudicatario del aprovechamiento de las barreduras procedentes del servicio de limpieza, que el Ayuntamiento subastaba todos los años para obtener algún rédito. Por esa actividad Diz pagaba en 1957 un total de 19.200 pesetas anuales. Y convino con Argenti que también pasaría a encargarse de la recogida de basura a cambio de 20.000 pesetas y el uso del camión del Concello con su chofer y los peones necesarios para la carga y descarga, entre otras condiciones pactadas.

En cuanto Prudencio Landín Carrasco llegó a la alcaldía, enseguida quiso regularizar aquel convenio de palabra que carecía de soporte administrativo. La mediación del teniente de alcalde Eusebio Taboada Tabanera resultó decisiva a mediados de 1958 para formalizar el oportuno contrato sobre unas bases más sólidas.

A partir de entonces, Diz pasó a percibir 36.000 pesetas anuales, en tanto que el canon por las barreduras bajó a 18.000 pesetas. Por tanto, se embolsaba en limpio 18.000 pesetas. Pero tuvo que aportar una camioneta de su propiedad para realizar el traslado de la basura a un lugar acotado, detrás del cementerio de San Mauro, de propiedad municipal. También se comprometió a acatar en todo momento el sistema y el horario del régimen municipal, incluida una multa de 100 pesetas en caso de incumplimiento.

Este sistema mixto público-privado no satisfizo al Ayuntamiento ni al adjudicatario, ni tampoco logró mejorar la limpieza de la ciudad. Cuando José F. Filgueira Valverde se convirtió en alcalde, el servicio estaba diezmado, y se esforzó cuanto pudo por cambiar el estado de la cuestión, tanto en medios materiales como humanos.

Durante su mandato Filgueira tampoco se cansó nunca de insistir en el ornato de la ciudad mediante bandos anuales. Y reclamó el uso de los cubos con tapa o las bolsas de basura bien cerradas para evitar los malos olores. Pero no pasó de ahí

La privatización formal del servicio de limpieza y recogida de basura de Pontevedra llegó de la mano del concejal delegado Enrique Barreiro Álvarez en tiempos del alcalde Augusto García Sánchez. Desde su llegada al Ayuntamiento a principios de 1971, el reconocido arquitecto se dedicó a estudiar en profundidad la situación y tras nueve meses de gestación presentó un informe demoledor ante el pleno municipal.

El servicio presentaba muchas deficiencias, tanto en la recogida de las viviendas, como en la limpieza de las calles. Las medidas tomadas por sus antecesores derivaron en fracasos inapelables. Y por si fuera poco, el sistema resultaba muy gravoso para las arcas municipales. El Concello apenas ingresaba tres millones y gastaba más de ocho millones de pesetas en un pésimo servicio.

En busca de una salida viable a aquella complicada situación, Enrique Barreiro visitó el Ayuntamiento de Santiago para conocer su experiencia privatizadora desde 1969 y regresó convencido de que Pontevedra debía seguir el mismo camino.

El concejal delegado consideró una ventaja la realización del servicio por parte de una empresa especializada en el sector, a la que el Ayuntamiento podía exigir actuaciones y resultados mediante una simple acción inspectora. A iguales medios, mejores resultados por una empresa que por el Concello, según el punto de vista de Barreiro que nadie refutó. Además, los técnicos liberados del servicio activo podían dedicarse a otras labores municipales.

Totalmente persuadido de que el arrendamiento del servicio terminaría por costarle menos al Ayuntamiento, puso en marcha el expediente correspondiente y la redacción del pliego de condiciones para la convocatoria de un concurso público.

Barreiro Álvarez obtuvo el respaldo unánime de la corporación municipal para acometer la privatización de la limpieza de la ciudad en una sesión histórica celebrada el 30 de diciembre de 1971.

Casi un año más tarde se anunció el pliego del concurso, que fijaba un canon de diez millones anuales por un período de diez años prorrogables. Pese al cuidado puesto en la elaboración técnica para recoger todas sus necesidades por medio de cincuenta artículos, durante los meses siguientes se observaron ciertas deficiencias y notables lagunas.

Cuando llegó la hora de la verdad, con cuatro ofertas presentadas y una división entre los técnicos sobre la validez de una reclamación de Cespa contra los otros concursantes, el pleno municipal decidió curarse en salud y declaró desierto el concurso. Al mismo tiempo comprometió la rápida convocatoria de otro nuevo, cosa que hizo a finales de aquel mismo mes de julio de 1973.

Sobre el pliego anterior, el Ayuntamiento ató bien los cabos sueltos y, sobre todo, introdujo las ampliaciones deseadas que elevaron el tipo máximo anual hasta los trece millones de pesetas. Entonces solo hubo dos propuestas a cargo de Manuel Carballo Fernández y Saneamientos Sellberg. El primer resultó descalificado por incumplir las condiciones exigidas y la segunda se llevó el gato al agua.

El primer contrato que supuso la privatización del servicio de limpieza y recogida de basura de Pontevedra se firmó ante notario el 29 de noviembre del mismo año 1973. Acaban de cumplirse, por tanto, cuarenta y tres años de su implantación. De ayer a hoy, su gestión estuvo a cargo de cuatro empresas: Saneamientos Sellberg, Ingeniería Urbana, Cespa y Ferrovial.

Visto lo visto, la actual oposición municipal ya ha mostrado su interés por contar con un estudio serio sobre la viabilidad de una remunicipalización, en tanto que el equipo de gobierno del BNG no quiere saber nada del asunto hasta que su proyecto de compostaje adquiera carta de naturaleza. Entonces quizá se abra un nuevo episodio de esta historia endemoniada.

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