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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Dos tiros a quemarropa

Los asesinatos tienen dos fases perfectamente diferenciadas. Una pertenece en exclusiva al autor, autores y cómplices del mismo que operan en secreto y preparan la acción con meticulosidad para evitar que las personas escogidas como víctimas entren en conocimiento de lo que se trama contra ellas y puedan, por tanto, defenderse. Y la otra, una vez perpetrado el crimen, y difundida la noticia por los medios, pertenece al ámbito inmenso de lo que llamamos opinión pública, que transcurrido el periodo de respeto por la muerte violenta de un semejante, suele centrar su atención en especular sobre el móvil del mismo, si es que sus autores no lo reivindican como ocurre con las acciones terroristas.

Habitualmente, es esa segunda etapa -la de la especulación- la que más entretiene a la gente, tanto si se trata de un hecho real como de una obra de ficción. En las mejores novelas de Agatha Christie, de Simenon o de sir Arthur Conan Doyle, y en las mejores películas de Hitchcock, se olvida inmediatamente la forma horrible en que la víctima fue obligada a abandonar este mundo, y todavía con el cadáver caliente se organiza una rueda de sospechosos que solo la perspicacia de tan famosos como perspicaces detectives (Hercules Poirot, Maigret, Sherlock Holmes, etc.) es capaz de desentrañar.

Digo lo que antecede porque desde hace unos días los medios se vienen haciendo eco de un extraño crimen cometido en Alicante. La víctima fue una señora de 72 años, muy conocida en la ciudad por pertenecer a una familia de gran tradición empresarial y ser la viuda de Vicente Sala que fue presidente de la desaparecida Caja de Ahorros del Mediterráneo en la época en que los perros todavía se ataban con longaniza. La señora fue a recoger un lujoso coche al lavadero de un concesionario de automóviles propiedad de su familia y es asesinada de dos balazos disparados a quemarropa.

Las primeras investigaciones policiales descartan que el móvil del crimen sea el robo porque el autor -o autores- del mismo no se llevaron su bolso ni otras pertenencias de algún valor y apuntan a un asesinato por encargo realizado por un sicario que habría realizado su trabajo con "gran profesionalidad" (así califican los medios al hecho de descerrajarle dos tiros en la cabeza a una anciana indefensa). Ahora bien, ¿quién puede tener interés en tal cosa? ¿Se trata de un ajuste de cuentas? ¿De una venganza?

La Policía trabaja, como siempre, con toda clase de hipótesis, pero de momento, según los medios centra sus investigaciones en el entorno familiar y en los allegados de la fallecida. Por otra parte, las turbulencias políticas y financieras que agitan la región levantina abonan toda clase de conjeturas.

Y todo el mundo recuerda el escándalo de la desaparecida Caja de Ahorros del Mediterráneo que tuvo que ser rescatada por el Estado después de haberse convertido en una auténtica cueva de ladrones.

Durante estos años de locura especulativa se dio una connivencia (muchas veces delictiva) entre políticos y pseudo-empresarios, que yo he denominado en alguna ocasión como "gangsterismo sin pistola" en la medida que no hacía falta recurrir a la pistola ni a la contratación de sicarios para hacerse en exclusiva con determinados negocios.

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