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El funesto negacionismo ambiental

Malos tiempos para las políticas medioambientales y la lucha contra el calentamiento global. Donald Trump anticipó en campaña su pensamiento negacionista, calificando de "cuentos chinos" los riesgos degenerativos de la atmósfera terrestre, analizados y asumidos en varias cumbres mundiales y, de manera más unitaria y comprometida, la de este mismo año en París. Las últimas incorporaciones al equipo de Trump no pueden ser más elocuentes. Sin experiencia conocida en política exterior, será secretario de Estado el hasta ahora presidente ejecutivo de la mayor petrolera del mundo; y secretario de Energía un negacionista militante que ha gobernado Texas, espacio del mayor complejo extractivo del país.

Para echarse a llorar. Del nuevo responsable de la diplomacia americana se dice que es gran amigo de Putin, sin duda por afinidad en la economía del petróleo. Estados Unidos y Rusia, entre otros, habían rehusado firmar los tratados en defensa del medio ambiente, dejando en papel mojado las sucesivas conferencias globales. En este último año de la administración Obama fue un triunfo la adhesión suscrita en París, pero ya vemos que Trump no se siente vinculado al compromiso ni obligado a cumplirlo. Lejos de ello, exhibe una sospechosa amistad con Rusia y provoca a China, el país más envenenado por la polución, que está emitiendo réplicas amenazadoras.

Estos prolegómenos de la próxima legislatura en EE UU no pueden ser más inquietantes. La economía del petróleo, que además de degenerar la Tierra está en el origen causal de muchas guerras asoladoras (en la última, la de Siria, los muertos ya van por 300.000, en su mayoría civiles), se resiste a concretar un fin de etapa impulsando el desarrollo masivo de las energías limpias. Las ciudades se hacen irrespirables, enloquecen los fenómenos naturales, se distorsionan los agentes compensatorios de las temperaturas que regulan los ciclos de vida, desaparecen las especies, y todo ello a consecuencia, en gran parte, de los hidrocarburos que engordan la plutocracia planetaria, caiga quien caiga.

El negacionismo puede ser a muy corto plazo el peor enemigo de la vida humana. Contra su avance habrá que multiplicar las manifestaciones colectivas y condicionar los intercambios políticos y comerciales. Aún así, será muy difícil fosilizar definitivamente la economía de los recursos fósiles, que nunca se agotan. Pero sin ello, iremos como rebaños al ara del sacrificio.

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