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Juan José Millás.

Contra el cristal

Hay gente que por muy buena voluntad que ponga en entender la Teoría de la Relatividad no la entiende. O la entiende durante un segundo y luego se le escapa al modo en que se retiene un instante el agua entre las manos. Me pasa a mí, y no solo con la Teoría de la Relatividad, sino con infinidad de cuestiones científicas o literarias que, aun interesándome, no consigo aprehender. Y no todo es cuestión de voluntad, de empeño, es una cuestión de "poder". A veces, no se puede. La lucha contra aquello con lo que "no se puede" resulta agotadora, pero proporciona beneficios mentales. De las batallas intelectuales perdidas siempre queda algo. La misma sensación de pérdida ya es algo. Desde la depresión se puede emprender un viaje hacia la euforia. Pero desde la euforia, ¿adónde se va?

Pongamos el periódico. ¿Quién lo entiende? ¿Quién puede decir tras la lectura de cuatro o cinco diarios que comprende la realidad? Los analistas políticos aseguran entenderla, pero yo tengo serias dudas. Dichos analistas llevan varios días explicándonos las razones de la caída de Renzi, que asocian con el Brexit y con el crecimiento del populismo en Europa. Nos aseguran que si unimos los puntos que unen tales acontecimientos, las líneas resultantes formarán un dibujo. Pero yo las he unido sin verlo. Quiero decir que si algo caracteriza a la Europa actual no es el dibujo, sino el desdibujo. No la construcción, sino la deconstrucción. Aun así, con más voluntad que talento, continúo leyendo a los editorialistas. Me pasa con ellos como con la Teoría de Cuerdas, que intuyo algo que a los dos segundos se me escapa. Lo que se me escapa es la realidad.

Jamás nos hablaron tanto de la realidad como ahora mismo. Te levantas y te acuestas oyendo hablar de ella por tierra, mar y aire. Lo que se habla sobre la realidad ocupa más espacio que la realidad misma. A veces, cuesta verla, oculta como está por las palabras. La realidad, la realidad. La realidad y yo. ¡Qué esfuerzo eternamente fracasado el de integrarme en ella! Pero de ese fracaso, sin embargo, queda siempre algo, digamos, positivo: el deseo de volver a intentarlo un poco al modo de la mosca que se golpea contra el cristal.

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