La seguridad es una de las prioridades que tienen los ciudadanos, pero no así los políticos, en concreto el gobierno, según se desprende de la implantación del nuevo sistema de turnos que tiene prevista y sobre la que alertan los que tienen un conocimiento de la realidad. Pero los políticos tienen esa contaminante virtud de provocar problemas, sin dar soluciones a los que existen, que son muchos.

Después de lo dicho en sede plenaria por el responsable de Seguridad, Carlos Campos, de que en materia de Policía Local las cuestiones "son opinables, pero no negociables", uno tiene la sensación de estar viendo una película de Santiago Segura y su peculiar Torrente, ese brazo tonto de la ley. Los esfuerzos se deben centrar en contar con una plantilla con los efectivos necesarios. Un material acorde a las necesidades y, sobre todo, que cumpla esa función fundamental en la sociedad que vivimos: garantizar la seguridad. ¿Tan difícil es de entender? Es la peligrosidad política, sin santo ni seña, y con nocturnidad.