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Joaquín Rábago.

Dos destacados economistas debaten sobre la desigualdad

La economía no es una ciencia exacta por muchos premios Nobel que se concedan en esa disciplina, sino que está siempre fuertemente coloreada por la ideología.

Dos destacados economistas alemanes, el presidente del Instituto de Investigaciones Económicas de Múnich, Clemens Fuerst, y Marcel Fratzscher, que está al frente de la equivalente institución berlinesa, así lo demuestran en un debate en las páginas del semanario "Die Zeit" sobre el triunfo de Trump y la situación en Alemania.

Para Frantzschen, cada vez más gente tiene la sensación de que se la priva de oportunidades y libertades, de que a sus hijos les va a ir peor de lo que les fue a ellos, y esa sensación responde a una realidad: la desigualdad social es un problema del mundo actual.

Fuest, claramente más conservador que el socialdemócrata Frantzscher, cree que la victoria de Trump responde sobre todo al rechazo de muchos al "establishment político" y a los "ideales liberales que encarna".

Ideales como la apertura a la inmigración, la tolerancia hacia las otras religiones y minorías, la equiparación entre el hombre y la mujer, todo eso se pone de pronto en tela de juicio. Es un problema ante todo cultural.

No está de acuerdo, sin embargo, Frantzscher, para quien se trata de un conflicto social y no cultural: los 61 millones de norteamericanos que votaron a Trump no son todos "racistas, sexistas o xenófobos".

Si le votaron fue movidos por el rechazo a las elites y por el descontento con la situación social y económica, el desempleo o la imposibilidad de llegar a fin de mes incluso de quienes tienen trabajo.

Para Fuest, sin embargo, votaron a Trump quienes se oponen a una mayor redistribución de la renta y rechazan el cambio cultural personificado por Obama y Hillary Clinton: no es una cuestión de pobres contra ricos, sino de blancos contra no blancos, del campo frente a la ciudad.

Fratzscher y Fuest trasladan el debate a la propia Alemania y tampoco están de acuerdo en el diagnóstico de lo que ocurre en el país central de Europa.

Un 70 por ciento de los alemanes se quejan, según las encuestas, de que la desigualdad ha alcanzado límites exagerados. Alemania es incluso el país más desigual de la eurozona, afirma Fratzscher, quien asesora al líder socialdemócrata Sigmar Gabriel.

Fuest no lo ve, sin embargo, así: el descontento de una mayoría de los ciudadanos alemanes con la política de su Gobierno no se explica soplo por factores económicos y mucho menos por la desigualdad.

Para ese economista, el avance electoral de un partido como Alternativa para Alemania no tiene nada que ver con las diferencias de renta sino sobre todo con la inmigración y el islam.

Alemania, insiste Fuest, sigue siendo uno de los cuatro países del mundo con un Estado social más desarrollado, y la desigualdad no ha dejado de disminuir desde el 2005, sobre todo porque muchos han vuelto a encontrar trabajo.

No está de acuerdo con esa apreciación Fratzscher, para quien la desigualdad en materia de oportunidades, en salarios o en la renta disponible no ha disminuido en absoluto desde el año que su colega toma como referencia.

Quienes hoy hacen el mismo trabajo que hace quince años tienen que soportar en muchos casos caídas reales de ingresos, señala Fratzscher.

En una sociedad de mercado ideal el esfuerzo tiene que tener su recompensa, y en Alemania la desigualdad se debe en buena medida al mal funcionamiento del mercado.

Ambos economistas difieren sobre las ventajas de la renta básica que proponen algunos: para el conservador Fuest, si se introdujese, muchos dejarían de trabajar, lo cual es incompatible con una economía social de mercado.

Para Fratzscher, eso no ocurriría, sino que la renta básica permitiría idealmente a muchos individuos desarrollar mejor su potencial y aportar más a la sociedad.

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