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Ceferino de Blas.

Mata Hari llega en el "Araguaya"

Un día como hoy, hace cien años, arribó al puerto Margaretha Zelle (Mata Hari).

Paulo Coehlo, acaparador de best-sellers, se ha anticipado al centenario de la muerte de Mata Hari, que se celebra el año próximo. Ha publicado "La espía", que luce en las librerías como una de la novelas más demandadas.

Como excelente escritor y mejor vendedor, el brasileño ha querido anticiparse a los autores que rememorarán, desde la ficción, la historia o el ensayo, la vida y obra de Margaretha Gertruida Zelle MacLeod. Es el nombre completo de la espía holandesa con el que fue fusilada en París el 15 de octubre de 1917.

Pero por estas fechas, hace ahora un siglo, Mata Hari paseaba por Vigo de regreso de Falmouth, donde los británicos no la dejaron proseguir la travesía a Amsterdam. Había emprendido viaje hacia Holanda a espiar para los franceses, según había concertado con Georges Ladoux, alto mando del servicio secreto galo. Aunque será condenada por espiar para Alemania.

Por dos veces, Mata Hari tomó la llamada ruta ibérica marítima para dirigirse a su país, donde esperaba contactar con jerarcas alemanes, y conseguir mediante sus probadas dotes de cortesana información bélica sensible. Necesitaba cobrar lo que había pactado con los franceses, porque su mayor y permanente problema era la falta de dinero.

Ambos viajes los había emprendido en 1916 desde Vigo, y por dos veces le fue imposible culminar su propósito.

La última vez, tras ser retenida en Falmouth por los británicos, se vio obligada a regresar. Lo hizo en el "Araguaya", el magnífico trasatlántico de la Mala Real Inglesa, buque que hacía escala en Vigo en tránsito hacía Bahía y Río de Janeiro. Llegó al puerto el 6 de diciembre de 1916, es decir, hoy hace cien años. Desembarcaron dos pasajeros de cámara y 18 de tercera clase, según la información portuaria.

Como en anteriores ocasiones, Mata Hari se hospeda en el Hotel Continental, el más elegante de la ciudad, y del que había dicho la condesa de Pardo Bazán que era comparable a los mejores de España, en una tierra de pésimas pensiones.

Según los testimonios del juicio, permanece cinco días en Vigo, ya que no tomará el tren hacia Madrid hasta el 11 de diciembre.

Su prolongada estancia en la ciudad, a la que retorna de forma casual, ya que de llegar a Holanda hubiera podido regresar a París por vía terrestre, a través de Suiza, estado neutral, es la demostración de que le interesaba recalar en Vigo. Por razones geoestratégicas, era un territorio abonado para los espías y hacer contactos.

Como dirá al fiscal durante el juicio: "España está llena de espías alemanes".

Nada más inscribirse en el hotel, conoció a Martial Cazeaux, un francés que trabajaba de funcionario en el consulado holandés. Es quien la acompaña durante su estancia, y su nombre será repetidamente citado en el juicio.

De no haberse detenido en Madrid a donde llegó el día 12 en el tren gallego y no hubiera tenido relaciones con el agregado militar alemán Von Kallen, el final de Mata Hari quizá habría sido diferente.

De regreso a París es detenida y acusada de espionaje por los mensajes que Von Kallen envió a Alemania con las revelaciones de Mata Hari. Los mensajes en clave comprometedores los interceptaron los franceses, que habían conseguido descifrar los códigos germanos.

Uno de las ocho cargos que le imputó el Tribunal Militar de París es que Mata Hari, según confesó, había revelado en Vigo la identidad de Allard, un espía británico.

Resulta sorprendente que haya pasado, al menos, cuatro veces por la ciudad - entre idas y retornos-, y viajado a Lisboa y a Madrid, sin que trascendiera. Aunque hacía tiempo que había dejado de actuar como bailarina de éxito, a sus 39 años, aún era recordada como una artista afamada.

La explicación es que, al inscribirse en el hotel con su nombre de pila, Margaretha Gertrudhe Zelle, nadie sabía quien era, salvo el personal de los consulados y los espías. Por lo que no dejó rastro.

Su presencia en la ciudad sólo es conocida por las actas del juicio que, durante décadas, permanecieron secretas.

La referencia de su paso quedó en los libros de registro del Hotel Continental, con su firma y observaciones, que lamentablemente desaparecieron. Y en los ficheros de la Mala Real Inglesa, en cuyos barcos navegó. Pero ninguno de los documentos se han conservado.

Exhortaba en sus artículos Manuel de la Fuente, el excelente periodista e historiador, que no debería perderse ningún papel o documento añejo. Por eso recomendaba a particulares, entidades y empresas con pasado que conservasen todos los archivos por que estaban haciendo un servicio a la memoria colectiva.

Ahora los dispositivos digitales retienen lo que haya de pasar a la historia, pero en el mundo del papel lo que no se guarda acaba perdiéndose. Como en el caso de Mata Hari. El extravío de los archivos y otros documentos del hotel y la naviera han borrado su rastro físico en Vigo. Solo quedan las actas del juicio.

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