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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

El apocalipsis que se esperaba

Nos hemos hecho -o nos han hecho- tan adictos a las emociones fuertes y a los apocalipsis de andar por casa, que estábamos aguardando los resultados del referéndum italiano y de las elecciones presidenciales en Austria con el corazón en un puño. Desde los medios y desde las tertulias nos habían llegado tenebrosos pronósticos sobre el porvenir de la Unión Europea si en Italia triunfaba el "no" a la reforma constitucional que propugnaba el jefe de gobierno Matteo Renzi (centro izquierda) y en Austria se hacía con la presidencia del Estado el ultranacionalista Norbert Hofer, en vez del ecologista Alexander Van der Bellen. Dos resultados -se interpretaba- que sumados al Brexit británico, al sorpresivo éxito de Donald Trump en Estados Unidos y al previsible ascenso de la extrema derecha en las próximas citas electorales europeas dibujan un panorama sombrío que a bastantes analistas políticos les recordaba los azarosos años treinta del pasado siglo cuando la crisis económica global acabó propiciando la llegada al poder, por vía democrática, de formaciones nazis y fascistas.

No obstante, la historia nos enseña que los procesos de dominación política nunca se repiten exactamente aunque tengan rasgos comunes con los que se dieron en el pasado. En Austria, por ejemplo, resultaba inquietante que pudiera acceder a la presidencia del Estado un ultranacionalista como Hofer en representación de un partido que había sido fundado en la década de los 50 por Anton Reinthaller, exoficial de las SS. Pero, al mismo tiempo, se ocultaba que ese partido, evolucionando luego hacia una relativa moderación programática, había formado gobierno de coalición tanto con conservadores como con socialdemócratas largo tiempo, sin que nadie se rasgase las vestiduras.

Un comportamiento formalmente impecable que se vio confirmado con el reconocimiento cortés de la victoria de su oponente Van der Bellen con quien compareció ante las cámaras de televisión tras conocerse los resultados de las primeras encuestas. Lo que parece una actitud muy conveniente para quien pretende alcanzar la victoria en las próximas elecciones legislativas y quiere ofrecer al electorado la cara amable de un partido que se queja de la campaña del miedo que supuestamente se lanzó en su contra desde el establishment (el mismo argumento, por cierto, que emplea Marine Le Pen).

En cuanto al clamoroso "no" que el electorado italiano le propinó al audaz Renzi el análisis del resultado ya no es tan simple, porque tenía en su contra al Movimiento 5 Estrellas que encabeza el cómico Beppe Grillo, a Forza Italia del inefable Berlusconi, a la separatista Liga Norte de Salvini y a buena parte de la gente de su propio partido que lo consideraba un ambicioso sin escrúpulos (la forma en que defenestró a su antecesor en el gobierno Enrico Letta no se olvida).

La propuesta de reforma constitucional que sometía Renzi a referéndum representaba la recentralización de competencias desde las regiones en beneficio del jefe del ejecutivo y la drástica reducción de poderes del Senado. La mayoría de la gente le ha dicho que no y ha preferido quedarse con el texto de 1948 que era un farragoso cortacircuito legal a cualquier aventura totalitaria. Se esperaba que el "no" propiciase un hundimiento de las Bolsas pero la catástrofe de momento no se ha producido.

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