Si un barco no tiene cuota para determinada pesquería, pero a sus redes van a parar peces asociados de su especie objetivo -especie principal a la que el buque se dedica- hablamos, al parecer, de "especies de estrangulamiento". Como consecuencia, la flota merlucera española tiene como especie de estrangulamiento la merluza. Con lo cual la merluza estrangula, gracias a la política de descartes comunitaria, al sector pesquero español y descabeza de forma evidente a la flota arrastrera gallega que es lo que, objetivamemnte, se persigue.

Es como una hernia: puedes convivir con ella, pero en cuanto te descuidas, se estrangula y te vas a freir puñetas, que es lo que a la Unión Europea le place, con o sin el consentimiento de un Estado Miembro llamado España que asombra a Europa con sus progresos. Envidia que nos tienen.

Total: en poco más de dos años, la aplicación en el ámbito de la UE de una normativa va a recortar durante un período de tiempo sustancial -varios meses, no sabe este cronistas cuántos- la actividad de aquellos buques que tienen a la merluza como especie objetivo.

Y todo, mire uted qué casualidad, debido a la aplicación de una Política Pesquera ¿Comunitaria? (PPC) que posibilita que si a un barco merlucero le computan las capturas accesorias de bacalao -especie que se asocia fácilmente a la de la merluza- dicho buque podría encontrarse con que sus posibilidades de pesca de bacalao se agoten y se vea en la obligación de regresar a puerto (y esto puede ocurrir en el plazo de un par de meses a principios de año) y amarre aunque disponga de cuota de merluza.

No, no le heche ustedes la culpa al presidente electo de USA, Donald Trump, que, al menos de momento no influye en estas cuestiones de régimen interno europeo.

La ministra de Pesca -que lo es también de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente- se verá las caras el lunes con sus homónimos del Consejo de Ministros de Agricultura y Pesca en Bruselas. Dicen que países como Holanda secundarán las quejas al respecto que España pueda presentar. Pero mucho me temo que, tal y como están las cosas, será papel mojado.

El todavía secretario general de Pesca, Andrés Hermida, ya ha comenzado a poner las vendas en una herida que se adivina dolorosa y próxima y alerta de que el cumplimiento de estas obligaciones comunitarias pueden conducir a muchos barcos a un amarre provocado por la carencia de cuotas -aunque estas sobren- y afrontar una problemática social y económica como no se recuerda.

Quedan dos años para arreglar esta desfeita pero es un período de tiempo tan extremadamente corto que mucho se teme el arriba firmante no va a dar tiempo más que poara hacer un planteamiento genérico de flexibilización en el intercambio de cuotas entre países miembros y, si es el caso, de simplificación de las normas o ampliación del cupo para aquellas especies secvundarias que se considere, para evitar el estrangulamienrto de la hernia inguinal del sector pesquero español.

Hasta qué punjto preocupa esta situación, que el debate en torno a la negociación de los TAC y cuotas de especies de aguas mprofundas en el Atlántico (motivo esencial de la reunión del lunes) ha pasado a un segundo plano.

Es tiempo de creer en algo más que en el Consejo de Ministros de Pesca de la UE. Pómgase a rezar quien sea creyente, porque en 2019 se inicia el tsunami de la flota gransolera gallega.