El nacimiento del parque de Las Palmeras, un referente singular de la vida pontevedresa del siglo XX, guarda una estrecha relación con el enterramiento del ensanche del Campo de San José que proyectó Alejandro Rodríguez Sesmero. El sabio refranero ya dejó establecido que no hay mal que por bien no venga.

El jardín experimental ubicado en la entrada de la Alameda, que también ideó aquel genial arquitecto que se adelantó a su tiempo y tanto impulsó la modernización de Pontevedra, igualmente tuvo una influencia decisiva. Las plantaciones realizadas de especies foráneas ofrecieron unos resultados tan sorprendentes, que caló muy hondo la idea de que esta ciudad gozaba de un microclima especial. Eso motivó una apuesta decidida por las plantas exóticas y los árboles singulares en sus zonas ajardinadas.

Al igual que ocurrió con la avenida de Montero Ríos, también la nomenclatura de su lugar vecino se antepuso a su propia existencia. Los Jardines de Vincenti nacieron en realidad como una gran plaza que nunca se articuló, porque enseguida derivó en un parque que recibió la denominación popular de sus plantas más representativas: Las Palmeras.

La última propuesta que antes de abandonar la alcaldía hizo Isidoro Martínez Casal, un peso pesado de la política municipal, rindió tributo de gratitud y reconocimiento a Raimundo Fernández Villaverde y a Eduardo Vincenti Reguera por sus incontables servicios en favor de esta ciudad. Para el primero pidió una calle que acababa de abrirse y para el segundo reclamó una plaza que aún estaba por diseñarse. La doble solicitud no requirió ninguna justificación especial y se aprobó por unanimidad el 22 de diciembre de 1889.

La plaza de Vincenti venía a ocupar el lugar destinado hasta entonces a Campo de la Feria, una vez consumado su traslado a la actual plaza de Barcelos. Esa zona a monte de considerables dimesiones limitaba con cuatro lados perfectamente definidos por la trasera del Palacio Provincial, el frente del Grupo Escolar (hoy Subdelegación de Defensa), la vía férrea y la calle Riestra.

El traslado de la feria todavía se demoró una década, hasta encontrar el lugar adecuado. Cuando al fin el camino quedó despejado, el Ayuntamiento se dio una prisa inusitada por autorizar allí en 1900 la instalación del Teatro Circo frente al chalé de Trapote (luego Villa Pilar), no sin una fuerte controversia. Aquella concesión por veinticinco años y un canon de 25 pesetas anuales algo tuvo de arbitraria y caciquil.

La historia de los veinticuatro años de aquel barracón de madera, tirando a cutre, que acogió toda clase de espectáculos populares, fue muy bien plasmada en un minucioso libro del profesor Paulino Aparicio. La ubicación del Teatro Circo no afectó mucho a la plaza anunciada, porque su configuración no se abordó de golpe y porrazo, sino que transcurrió de forma muy lenta. Eso precisamente facilitó su derivación en parque.

El generoso ofrecimiento que Francisco Pousada Fernández efectuó al Ayuntamiento para trabajar de jardinero también resultó providencial para el nacimiento de Las Palmeras. A finales de 1901 comenzó su actividad de forma gratuita, hasta que el presupuesto municipal contempló al año siguiente una partida económica para oficializar su contratación, en vista de su buena labor.

Pousada Fernández firmó el 9 de junio de 1902 un proyecto de ornamentación de la Plaza de Vincenti, cuya realización aprobó la corporación municipal dos meses después. Así comenzó a germinar esta historia.

Prácticamente al mismo tiempo, el Ayuntamiento formalizó la venta en pública subasta de uno de los solares pertenecientes al proyecto del ensanche del Campo de San José. El mejor postor fue Luís Rubio, que aquel 17 de septiembre de 1902 se hizo con el terreno por un importe de 5.201 pesetas.

Dos meses después, el Consistorio autorizó a Rubio la cesión del solar por el mismo precio (al menos eso constó oficialmente) a Valentín García Temes, que allí levantó su emblemática vivienda entre el Grupo Escolar y la vía del tren. A la postre, esa fue la última edificación nacida de la urbanización ensoñada por el arquitecto Sesmero. Las Palmeras ocuparon luego los demás solares.

El teniente de alcalde Andrés Landín desplegó en aquellos primeros años del nuevo siglo una actividad más que notable en la vida municipal, tras una primera etapa más bien discreta. Muy particularmente se volcó en la configuración de Las Palmeras, sin imaginar el éxito de su empresa.

Entre diciembre de 1902 y enero de 1903, el patriarca de la saga de los Landín planteó al pleno municipal tres iniciativas concatenadas y destinadas a la compra de árboles y plantas "para formar el jardín allí proyectado".

A través de una de aquellas propuestas logró que una corporación presidida por Ángel Limeses Castro delegara el seguimiento y la supervisión de todos aquellos trabajos en la comisión municipal de Arbolado y Jardines. Naturalmente él mismo estaba al frente de dicha comisión, integrada por Bernardo López Suárez y Manuel Casqueiro Alén, otras dos figuras de mucho predicamento.

Su nieto Amancio Landín Carrasco, que aún vive para contarlo, recogió en un libro memorialista como sentados en un banco del paseo central su abuela Dolores le explicó con pelos y señales la iniciativa de su abuelo Andrés, que permitió la configuración de Las Palmeras.

"Hay palmeras oriundas de África -escribió Amancio- en el paseo central. Naranjos amargos de Asia en uno de los caminos laterales y en el otro camelias japonesas. Una carrera de magnolios americanos en la calle trasversal. Y aún en los parterres interiores se plantaron abetos alpinos, cedros de Líbano, cipreses asiáticos y creo que algunas sequoia de California".

No podría hacerse una descripción más detallada y genuina de todo el parque naciente con menos palabras.

Al niño Amancio Landín no le resultó lejano ni extraño todo aquello que le contó su abuela Dolores, calcula que alrededor de1929. Precisamente ese año se produjo el cambio de emplazamiento a Las Palmeras del inolvidable pilón que Sesmero situó originariamente en la entrada de la Alameda.

Tanta impronta tuvo aquel pilón, que durante un tiempo dio nombre al barrio situado entre el cuartel de San Fernando, el Ayuntamiento y la calle General Martitegui, donde vivió la familia Landín Carrasco. Ese fue el Barrio del Pilón, en cuyo centro se levantó luego el Gobierno Civil.

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