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EL TRASLUZ

Casi nunca pasa nada

Este es un país sosegado en el que casi nunca pasa nada capaz de despertar las inquietudes de una sociedad alegre y confiada. Lo somos desde aquellos ya lejanos días de la santa transición, ¡cuarenta años nos contemplan! Cuyo único pecado original fue el de inventar el llamado Estado de las Autonomías. Las palabras tienen importancia y la simple regionalización de competencias fue convertida por los independentismos en un cierto reconocimiento de sus aspiraciones. Dicho sea con todas las cautelas y respetos y sin desconocer las buenas intenciones de conseguir con éxito el difícil salto de la dictadura a la democracia. Invento, el autonómico, sin precedentes conocidos en la doctrina y el derecho constitucionales, según pautas de don Torcuato Fernández Miranda para desactivar la dictadura sin grandes alteraciones. Pero con la servidumbre de tratar de contentar a quienes no se iban a contentar. Es decir, a los rampantes independentismos catalán y vasco -contagiosos además- que, ingenuamente, nuestros primeros padres del sistema suponían en congelado estado de larva sin posteriores aspiraciones de salir de crisálida. Y, en la peor de las presunciones, para apartar un problema enojoso y ya se verá después lo que podremos hacer. Oportunidad que, en general, se ha administrado con el mayor de los buenismos en general. Y es que ese "no pasa nada" depende de la valoración que hagamos de los hechos y de su trascendencia. Realmente, ¿pasa algo o no pasa nada?... Pasa que los poderes se han fragmentado en diecisiete territorios, para -ahora sí- patentizar que los larvados independentismos han avanzado y siguen avanzando en su pugna por romper lo establecido.

España ha de ser un país muy próspero por haber progresado en lo económico pese a lo carísimo que resulta sostener diecisiete parlamentos y diecisiete gobiernos sobrevenidos. Eso, sin considerar la creciente parcelación administrativa y cultural que limita con frecuencia los horizontes educativos y no solo la geografía, ríos incluidos, sino hasta la gran historia nacional a favor de lo cercano y de "lo nuestro". Mutilando así más de medio milenio de Historia en común y ahormando en definitiva las conciencias de muchos jóvenes escolares.

La súbita irrupción de los populismos, de las corrupciones a diestro y siniestro, junto a las disfunciones en la necesaria izquierda constitucional (casos Sánchez con su empecinamiento, Iceta rebelde en Cataluña, Idoia Mendía que acaba de pasar la línea roja en Euskadi?) y la poquedad parlamentaria de los populares que les aboca a concesiones excesivas, aconsejarían un retorno a la cordura y la contención de los radicalismos, incluidas las tentaciones de cambiar la Constitución y el modelo de Estado. Ganas de echar abajo lo que funciona para ensayar una simple conjetura. Algo se nos ocurrirá. Casi nunca pasa nada.

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