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Antonio Rico

Meteorito o cometa

Me equivoqué. Unos días antes de las elecciones en Estados Unidos reuní las fuerzas suficientes para ver el primer capítulo de la séptima temporada de "The Walking Dead", y poco después de la victoria del bárbaro de color naranja decidí distraerme viendo el capítulo "Los perros de Riga" de la serie "Wallander" (La 2). Error. El espeluznante episodio de la serie de zombis desveló el misterio de quién fue la víctima del bate de béisbol espinado de Negan, ese tipo que convierte a un personaje como El Gobernador en un hippy un poco pasado de rosca, y el capítulo de "Wallander" nos llevó de paseo por la cara oculta de la condición humana de la mano de un detective radicalmente triste. Y, en medio, Donald Trump se convierte en presidente de los Estados Unidos y nos larga un discurso moderadamente hipnótico en el que el hombre naranja se esfuerza en ocultar el bate de béisbol que le robó a Negan y los perros de Riga que esperan repartirse los cargos más suculentos. Es culpa mía. Elegí mal el "antes" y el "después" de la victoria de Trump.

Si antes de la tenebrosa noche electoral que nos enfrentó al hecho de que nos esperan cuatro años en el que Los Salvadores de "The Walking Dead" nos impondrán, con y sin bate de béisbol, su visión de la vida y del universo hubiera visto en TCM a Gene Kelly, Frank Sinatra y Jules Munshin cantando y bailando en "Un día en Nueva York", puede que ahora no me sentaría a ver el telediario con la misma cara que pone Rick Grimes cuando escucha de rodillas a Negan. Puede que, si después de la noche política más triste y desgarradora desde aquella noche en que se perdió el referéndum sobre la OTAN, me hubiera metido en vena una ración completa de "¡Qué bello es vivir!", ahora vería las cosas de otra manera y no creería que hay perros de Riga escondidos por todas partes. Quiero creer que el problema no fue la victoria de Trump, sino una elección equivocada de las series que sirvieron de aperitivo y de postre a esa victoria. Con "The Walking Dead" y "Wallander", Trump me parece un meteorito que sobrevivió a su paso por la atmósfera que crearon los poéticos discursos de Obama y que impactará contra la superficie de la Tierra con la fuerza con la que el bate de Negan destroza las cabezas de Abraham y Glenn. Con "Un día en Nueva York" y "¡Qué bello es vivir!", creo que Trump es sólo un cometa, es decir, una bola de nieve sucia que pasará muy lejos de la Tierra y que sólo dejará a su paso un rastro de gas. Meteorito o cometa, necesitamos las canciones de Frank Sinatra y la bondad de James Stewart para continuar con nuestras vidas.

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