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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Una invitación a 'ruralizarse'

La publicidad institucional reviste formas de más que dudosa rentabilidad educativa. Hace unos días, paseando cerca de lo que fue hermoso recinto del Pasatiempo brigantino, aquel que legaron los hermanos García Naveira a su pueblo natal, vi un enorme anuncio que me dejó intrigado. En el centro de la valla, en grandes letras sobre fondo blanco, podía leerse Ruralízate (así, en imperativo), y en los márgenes derecho e izquierdo dos manadas de automóviles en retroceso, como si fueran sendos batallones de hormigas huyendo de alguna clase de peligro inminente. En un primer momento no entendí el mensaje.

La mayoría de los diccionarios en uso asimilan el verbo "ruralizar" con la acción de dar carácter rural a algo o a alguien, entendiendo por rural esa parte de la corteza terrestre dedicada a la agricultura y a la ganadería. O dicho de forma más sencilla, el territorio que se extiende alrededor de las aldeas, que es donde habitan las personas que viven de aquellas actividades. Así pues, tras esta breve reflexión, deduje que la invitación a ruralizarse no era otra cosa que un mandato sutil a convertirse en un aldeano. Pero ¿quién tenía interés en lanzar ese mensaje tan inconcreto? Me acerqué un poco más a la valla y en la parte inferior de la misma pude distinguir entre las entidades patrocinadoras a la Unión Europea y a la Xunta de Galicia. Uno de los amigos que me acompañaba en el paseo dedujo que el anuncio formaba parte de una campaña publicitaria para combatir el abandono del campo.

En los últimos años se ha acentuado el trasvase de la población campesina a la ciudad en busca de mejores sueldos y mejores condiciones de vida, la juventud emigra, y las tareas agrícolas y ganaderas quedan atendidas por un personal cada vez más envejecido. Las consecuencias son catastróficas (terrenos improductivos, tendencia hacia un monocultivo espontáneo, incendios, etc.) y el remedio se ve como una tarea casi imposible. Invertir la tendencia es complicado y no creo que con anuncios como el que da pie a este comentario se pueda conseguir algo eficaz.

Yo ya no estoy en edad de ruralizarme, y menos todavía después de una larga inmersión en la cultura ciudadana que me ha hecho dependiente de una serie de servicios, tan confortables como eficientes, a la vuelta de la esquina. Y no creo que la gente joven, aunque sea heredera de una propiedad en el campo, se deje arrastrar por la tentación de ruralizarse después de haber vivido desde muy niño en la ciudad. ¿Qué iba a ganar con ello? Haría falta un cambio de mentalidad realmente revolucionario para que tal cosa se diera.

La campaña del Ruralízate me trae a la memoria el famoso libro de Antonio de Guevara Menosprecio de corte y alabanza de aldea del que tanto nos hablaron durante el Bachillerato. El fraile franciscano (1480- 1545), que llegó a ser obispo de Mondoñedo y está enterrado en su catedral, fue antes paje del príncipe Juan y de Isabel la Católica y predicador real y cronista de la corte con el emperador Carlos I. Era un personaje mundano y un autor de éxito en toda Europa que recomendaba a los demás ruralizarse aunque él nunca lo practicó.

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