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Ceferino de Blas.

La memoria de un tiempo y sus secuelas

El pasado jueves se cumplieron ochenta años del asesinato de Manuel Lustres Rivas, en el estrecho de Rande, mientras era trasladado con otros cuatro presos de Redondela a Vigo. Fue el único periodista vigués represaliado sin juicio y sin que se conociesen las causas por las que lo mataban.

Durante los últimos días se han publicado en estas páginas, en las que él escribió centenares de artículos, unos apuntes sobre su biografía con la intención de rescatar su memoria del olvido.

Lustres fue, durante los años veinte y la República el periodista de referencia y un líder nacional de los profesionales de la prensa. Puso en marcha la campaña en favor de la jubilación de los periodistas, una propuesta que se debatió en el Congreso y tuvo el apoyo desde Lerroux a Azaña.

La exhumación de su figura, que quedó en el rincón del olvido durante cuarenta años, permite rescatar su memoria, revivir su tiempo, apasionante y dramático, y analizar su significado con todas sus secuelas.

Nacido en en 1888 en una familia de la burquesía de Riveira, hijo y hermano de marinos, abandonó los estudios de Medicina para sumergirse en la literatura, que fue su vocación juvenil, y en el periodismo.

Ocupó todos los puestos que caben en la escala profesional, desde colaborador a director en periódicos gallegos, españoles, portugueses y argentinos. Al Faro le dedicó un tercio de su vida.

En contra de lo que se afirma no fue un enfervorizado activista político, aunque siempre estuvo comprometido socialmente, desde una posición progresista y republicana.

Compartió vivencias y afinidades con los grandes de su tiempo, desde Valle Inclán o Castelao, su amigo desde la adolescencia, a García Lorca. No ha habido intelectual, artista o personaje gallego que no lo apreciase ni personalidad extranjera que transitase por Vigo, puerta de Europa, al que no entrevistara.

¿Por qué una figura así, destacado escritor, respetado profesional, sin implicaciones sectarias fue preso y asesinado? ¿Quién o quiénes fueron los individuos tan empeñados en acabar con su vida de forma vil, sin acusación, juicio ni sentencia?

La respuesta fácil es que se debió a la hoguera bélica, pero no es satisfactoria. Otros escritores que corrieron su suerte pasaron por consejos de guerra y fueron fusilados en las primeras semanas. Lustres permaneció en libertad durante un mes, y estuvo otros dos y medio en prisión.

Algo tan espantoso tiene difícil explicación. Se desató el odio, las envidias, los rencores, las venganzas. Los demonios del Apocalipsis.

Durante más de cuatro décadas, en millones de familias españolas reinó la ley del silencio. No se habló de lo que había ocurrido durante la guerra fratricida. Muchos hijos nunca se enteraron de las vicisitudes y vivencias de sus padres y familias.

En unos casos por vergüenza o escrúpulos, en la mayoría por el miedo que anidó entre la gente, no se contaron las cosas terribles que habían acontecido.

A la muerte de Franco, los españoles quisieran pasar página y cerrar en un paréntesis el pasado que permitiese aceptar la reconciliación.

Fue un gran acierto, y la señal de que las experiencias del pasado no habían caído en saco roto. Por eso se pactó la reforma política y se abrazó la Constitución del 78, que ha permitido a este país vivir en paz, y con la mayor prosperidad nunca alcanzada.

En los últimos años, las nuevas camadas han empezado a propalar la especie de que la reforma no había sido una buena opción. Debía haberse enterrado el franquismo con la ruptura, es decir, volver a hablar de vencedores y vencidos, de buenos y malos y dar una retórica vuelta a la tortilla.

No se resignan a que la memoria histórica consista en recuperar a los muertos para enterrarlos dignamente. Parece atraerles la malhadada historia de las dos Españas -"una ha de helarte el corazón"-, que se vivió en los años treinta, tiempo de pistolas y de muertes. Y que segó la vida de inocentes como Lustres Rivas. Porque en esas hogueras los rencores y las envidias se disfrazan de ideologías.

Ojalá la memoria del periodista vigués, ahora recuperada, sirva para que jamás vuelva la sinrazón de enfrentamientos que no conducen más que a la malignidad.

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