El genio de los pueblos no lo cambia la moral pública, hoy plasmada en buena parte en "lo políticamente correcto". El sentimiento real cursa por debajo, como las alcantarillas, las aguas subterráneas o, más abajo aún, las fallas tectónicas, y no tiene mucho que ver con el que se finge en superficie. ¿Cuánto de racismo insepulto hay en el odio a Obama, su política, su obra y su gente?, ¿cuánto de machismo soterrado, y no tanto, en la feroz campaña contra la posible primera presidenta de EE UU?, ¿cuánto de supremacismo blanco en la panoplia de medidas xenófobas de Trump? El genio oculto de los pueblos es bifronte, como Jano, y hay quien sabe girarlo para sacar partido a su peor cara. Da la impresión de que ese ha sido, a su vez, el genio de Trump: sacar de millones de gentes las malas pasiones que tenían reprimidas por la moral pública, dándoles licencia para desahogarse en plena calle.
