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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Oculus sinister. Entre la superstición y la superchería

Hace unas pocas semanas acudió a mi clínica pediátrica una adolescente acompañada de su madre, una mujer todavía muy joven. El motivo de consulta era que desde hacía seis meses la chica acusaba cansancio, debilidad física, desánimo y pesadillas que se repetían una y otra vez. El inicio de las manifestaciones había coincidido con la menarquía (primera menstruación). La madre presentaba los mismos síntomas. Ambas habían acudido primero a su médico de cabecera, que descartó cualquier dolencia grave y después a una curandera que les dijo sufrían "mal de ojo". Para establecer el diagnóstico la "sanadora" había depositado unas gotas de aceite en el dedo medio de las pacientes, que a continuación dejaron caer en un vaso de agua. El aceite se dispersó en el agua, lo que según la experta curandera era signo inequívoco de "mal de ojo". Por si fuera poco, completó el embaucamiento señalando a la responsable del padecimiento, una anciana vecina, cuyos celos y envidia eran palmarios. Por casualidad la "responsable" del mal de ojo era la abuela de unos pacientes habituales míos, como antes lo habían sido los padres. No tenía ninguna duda de que se trataba de una señora buena y de comportamiento ejemplar. Para eliminar la energía negativa que les transmitía esta infeliz señora, les había recomendado dejar sobre la mesita de noche un vaso lleno de agua con sal marina y una vela encendida, además de llevar un trozo de cuarzo en el bolsillo. A mayores, las exhortó acudiesen a Santa Xusta de Moraña y cumpliesen con los tres oficios de la santa: hacer un nudo con la mano izquierda en las hojas de maíz, participar en los actos religiosos y beber agua de la fuente "milagreira". Dado que el resultado del ritual no era favorable y los síntomas continuaban, solicitaban mis oficios, no porque dudaran de que sí padecían "mal de ojo", ¡sino para que yo "completase el tratamiento con vitaminas"!. La aceptación y adherencia a la falacia de la sanadora eras totales y me resultó imposible desmontarla, por lo que acepté continuasen con el remedio purificador, dada su inocuidad. La palidez de piel y conjuntivas de madre e hija eran evidentes y ambas presentaban intensas menorragias (sangrado menstrual abundante). En las pruebas complementarias pude comprobar que la anemia era muy acusada y así establecer la causa del padecimiento de la joven: metropatía hemorrágica disfuncional (trastorno no orgánico, muy frecuente y pasajero en la etapa post-menarquía), que respondió muy bien al tratamiento habitual. La madre fue diagnosticada y tratada por un ginecólogo también con buenos resultados.

Durante mis más de cincuenta años de ejercicio profesional en Galicia he recibido en bastantes ocasiones niños y adolescentes, cuyos padres estaban persuadidos de que sus hijos padecían "mal de ojo". En algunas oportunidades pude convencerlos de que aquello era pura superstición o superchería de la mal llamada medicina popular, que ejercían y todavía obran en la actualidad cerca de un centenar de compostores, sanadores, atadores y curanderos, basándose en prácticas y "sabiduría tradicional" o que tienen "un don de Dios", transmitidos de generación en generación. No es nada nuevo. A ello se refirieron autores como Eduardo Pérez Hervada (Curanderismo en Galicia, 2ª ed.; 1984) o, en el caso concreto del "mal de ojo", Vicente Risco (Apuntes sobre el mal de ojo en Galicia, 1961). En Galicia se recurre como remedio del "mal de ojo" a productos naturales, tales como los ajos, cuernos o herraduras. También he visto cómo algunos empleaban palabras obscenas o escupían sobre el paciente. El consuelo para los que no creemos en el curanderismo y la superstición es comprobar que los curanderos gallegos están en vías de extinción y sus representantes no tienen relevo. La tristeza es comprobar cómo son sustituidos por una proliferación indeseable de astrólogos, videntes, amén de especies parecidas, y, ¡lo que es peor!, por profesionales de la medicina y homeópatas que utilizan "remedios" que no están refrendados por la medicina basada en la evidencia científica actual. Tampoco me satisface en absoluto, ni como profesional de la medicina ni como creyente, los rituales que se siguen alrededor de algunos de esos santos "abogados" que protegen contra el "mal de ojo" o los "meigallos", tales como la citada santa Xusta y otros, entre los que están San Pedro de Belvis, San Bieito de Coba da Lobo, San Quito de Sotomaior o Nuestra Señora do Corpiño, en los que se mezcla lo religioso y lo pagano. Existen oraciones concretas en nuestro país para evitar o curar el mal de ojo, que han sido recogidas por Víctor Lis Quiben (Medicina popular, 1944) y otros. Al margen de lo religioso, los ópalos, por su parecido turbador con los ojos, fueron interpretados tanto como encarnación del "mal de ojo", como de todo lo contrario, capaces de otorgar invisibilidad y hacernos impermeables a las enfermedades de los ojos.

Son muchas las supersticiones desarrolladas en todo el mundo, en todas las culturas y en todos los tiempos, de las que son responsables los miedos básicos de la humanidad y el desarrollo evolutivo común. De estas falsas y mágicas creencias, posiblemente, las más repetidas y difundidas son las que rodean al ojo como ventana del espíritu, que siguen provocando terribles terrores. El "mal de ojo" -también denominado oculus sinister (locución latina en que sinister, izquierdo, sería el lado adverso o perjudicial)- se expresa con una tendencia globalizadora. Sin embargo, tiene diferentes modos de expresión en función de las distintas culturas. Sus peculiaridades han sido analizadas recientemente, con acierto, por John Watson (Medscape Ophtalmology, 2016). Frente a su diversidad expresiva, mantiene un núcleo causal común: los celos, la envida y la frustración, sentimientos que creen pueden tener consecuencias lamentables para la persona a la que van destinados. Desde el enfoque antropológico actual, el origen estaría en las antiguas culturas indoeuropeas y semíticas, su difusión sería a través de las conquistas militares y finalmente llegaría su asentamiento en las culturas mediterráneas y colonias en Occidentes. El ojo, en lugar de recibir, procesar y hacer posible la visión, proyectaría su energía negativa y maliciosa hacia el exterior. Las personas que originen el oculus sinister, de forma voluntaria o involuntaria se denominan en Galicia "aojadores". En gallego la creencia es conocida como "mal de ollo", con cierta equivalencia al "destructive eye" (ojo destructivo) irlandés. No hacen falta palabras para causar el daño, una simple mirada. Lo recoge el refranero español: "ojos malos, a quien los mira pegan su malatía".

El "mal de ojo" ha contribuido al desarrollo de una serie de artefactos culturales que se repiten sin saber su origen ni su fin. He aquí algunos ejemplos. El lanzamiento de arroz, los vestidos uniformes de las damas o el velo de la novia son trucos para desviar las miradas envidiosas y sus males. El color azul de la ropa de los bebes masculinos -como antes los amuletos azules- frustraría el oculus sinister. Las iniciales "Rx" - abreviatura de recipere- en las recetas médicas clásicas, en lugar de referirse a las palabras "a tomar", invocaría al símbolo egipcio del ojo de Horus o una llamada a Júpiter, para protegerse contra del mal ocular. Los episodios involuntarios de espasmo de los párpados (recogidos bajo el término de blefaroespasmo) o el simple aumento del parpadeo espontáneo, descartadas causas orgánicas infrecuentes, son las más de las veces indicadores de falta de sueño, estrés o excesos de cafeína o alcohol, muy bien diferenciados por Josep Valls-Solé (Front Neurol, 2016). Sin embargo, en muchas culturas y países diversos se interpretan como presagio premonitorio de lances distintos que cambiarán la vida -como muerte, desastre, riqueza o parto-. Es más, en países como China, el aleteo palpebral tiene un significado distinto según la hora del día.

El médico alemán Georg Bartisch (1537-1607), mientras por un lado fue autor del primer texto sobre el cuidado integral de los ojos, Ophthalmodouleia, por otra parte aceptó y prácticó las enfermedades de los ojos como castigo celeste, separando categorías calientes y frías de la brujería. Las calientes darían lugar a la rotura de los ojos. La intervención temprana, unida a la renuncia al pecado, seguida del lavado de ojo con solanáceas lo evitaría. Es posible que la belladona contenida en las solanáceas pudiese haber sido útil en el tratamiento de la uveítis (inflamación de la capa media del ojo). Como curiosidad, quiero traer aquí que Bartisch fue el responsable de la denominación "cuatro ojos", para describir a los que llevan gafas e interpretó, equivocadamente, que su uso contribuía a la ceguera. Tampoco olvidamos la heterocromía del iris (iris con colores diferentes), conocidos como "ojos de fantasmas", que han desencadenado distintas supersticiones y la creencia de que los la presentan son poseedores de la vista del cielo y la tierra. Las más de las veces son variaciones normales y en determinados casos están presentes en síndromes genéticos.

"Sanpaku" es un término nipón que significa "tres blancos". Se da cuando el blanco del ojo (esclerótica) que bordea el iris se hace visible por tres lados. Lo habitual es que solo se observen por los lados. Con la condición de "sanpaku", cuando el individuo mira al frente y con la cabeza recta, es posible ver la esclerótica o bien de la parte inferior del ojo de la parte superior. A estas variaciones de la normalidad, tanto pseudo-criminólogos como pronosticadores políticos, han querido darle un carácter predictivo, para unos, de maldición o desequilibrio físico o mental y para otros de suerte e inteligencia. El japonés George Ohsawa, pionero de la dieta macrobiótica, difundió y acreditó en el mundo occidental alguno de estos conceptos. Así, se dijo que predijo la muerte del presidente John Kennedy varios meses antes de su asesinato, dado que su "sanpaku" expresaba enfermedad y fatalidad. Condición presuntamente fatal similar portaban muchos personajes desdichados, entre los que estaban Freddie Mercury, Robert F. Kennedy, Diana de Gales o Michael Jackson. En el caso del criminal Charles Mason -citado por Cecil Adams (Wasshington City Paper, 2016)-, con esclerótica visible encima del iris, sería un signo de sociopatía. No hay tal maldición, ni expresión del reflejo espiritual de la persona en el "sanpaku". Una interpretación más encaminada y agradable sería la explicación darwiniana de que los ojos humanos evolucionaron hacia una esclerótica más prominente con el fin de seguir con mayor facilidad la mirada de uno al otro, lo que a su vez avivó la cooperación social.

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