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Juan Tapia.

¿Puede ganar el candidato de Ku Klux Klan?

Desde la segunda guerra poca gente en Europa -excepto cuando existían la Unión Soviética y los partidos comunistas- duda del papel benéfico de los Estados Unidos. Sin Roosevelt y Truman quizás París sería nazi. Y luego, sin la NATO, podía haber quedado en poder de Stalin. Washington ha sido no sólo la capital de la democracia sino de un país clave en las libertades y el progreso económico. Allí Roosevelt fue el primero en aplicar medidas keynesianas contra la crisis del 29.

Recuerdo que Manuel Jiménez de Parga decía que la influencia de América en nuestras vidas era tan alta que todos los europeos deberían votar en las presidenciales. No es así pero bajo mandatos republicanos -Eisenhower, Nixon, Reagan, los dos Bush- o demócratas -Kennedy, Johnson, Carter. Clinton-, América ha liderado el mundo occidental. Bien, pese a graves errores como Irak.

Pero ahora hay alarma. Donald Trump, contra la voluntad de los dirigentes republicanos y con un programa que cabalga entre la extrema derecha y el populismo pendenciero, no sólo ganó las primarias de su partido sino que está a sólo 3 puntos (48% a 45%) de Hillary Clinton según la encuesta del jueves del "New York Times" y, aunque no probable, puede convertirse en el 45 presidente de los Estados Unidos. Hay inquietud y hasta pánico y la bolsa americana arrastra jornadas de pérdidas desde que el margen de las encuestas -tras la nueva y extraña investigación del FBI sobre los emails de Hillary Clinton- se estrechó.

Obama no dudó el jueves en Carolina del Norte, donde se detecta una menor movilización del voto negro que hace cuatro y ocho años, en referirse a Trump como el candidato del Ku Klux Klan y advertir que, si ganaba, peligraban los progresos de los últimos años. Y "Le Nouvel Observateur", semanario de la izquierda francesa, titula: "¿Por qué América se ha vuelto loca?".

No hay una única causa. Ocho años de Obama deben haberse atragantado a algunos, Hillary es polémica y huele a "establishment"... pero la razón principal es que, incluso en la primera potencia económica muchos trabajadores blancos tienen miedo a la pérdida de empleo causada por la globalización. Protestan contra que lo que antes se producía en América ahora se fabrique en China.

La globalización crea riqueza pero también genera angustia, incluso en Estados Unidos que tiene una tasa de paro del 5%. Tiene bastante que ver con lo que pasa en varios países europeos (la Francia de Le Pen) e incluso, con distinta formulación, en España. La digestión de la globalización, unida a las consecuencias de la crisis de 2008, es la gran asignatura pendiente de las democracias. Esperemos que el martes América no nos escupa una pésima noticia y sólo debamos tomar nota del aviso.

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