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Joaquín Rábago.

Habermas critica el acomodo socialdemócrata

Desde Clinton, Blair y Schroeder, la socialdemocracia ha adoptado una línea fatal de acomodo al sistema económico que nos ha llevado hasta aquí, critica el filósofo Jürgen Habermas.

En su lucha por conquistar el "centro", esos partidos creyeron solo poder lograr mayorías si se adaptaban a la agenda económica neoliberal, analiza Habermas en declaraciones a la revista política "Blätter für deutsche und internationale Politik".

"Ello los llevó a aceptar el incremento de las desigualdades sociales, y ahora es evidente que esa dependencia tanto económica como sociocultural (de la ideología neoliberal) ha terminado provocando una reacción de tipo derechista".

Habermas se refiere con sus críticas a lo que ocurre, por ejemplo, en Francia, en Alemania o en Estados Unidos, donde partidos o políticos de la derecha más populista y xenófoba ejercen una fatal atracción sobre las clases medias y populares.

¿A dónde iban a ir si no esos votantes, se pregunta el filósofo alemán, para quien "a falta de una perspectiva creíble y defendida con energía y convicción, solo queda refugiarse en el grito y "la irracionalidad".

Para el filósofo de la segunda generación de la escuela de Frankfurt, los partidos tradicionales cometen en cualquier caso un grave error al prestar reconocimiento al frente definido por el populismo derechista y que consiste en proclamar: "Nosotros, frente al Sistema".

Da lo mismo, dice Habermas, que un político como el francés Nicolas Sarkozy trate de sobrepujar a la líder del Frente Nacional o que el ministro alemán de Justicia, Heiko Maas, acepte debatir con un dirigente de la derechista Alternativa por Alemania (Afd).

Tanto el uno como el otro se toman en serio a esos demagogos y les otorgan notoriedad de modo que, por ejemplo, en Alemania, "todo el mundo conoce ya la sonrisa irónica de la líder de AfD o el modo de comportarse de toda la dirección de "esa inefable tropa".

Lo que hace falta hoy, explica Habermas, es acabar con un escenario político totalmente gris en el que el tipo de integración que posibilita la evolución económica y digital llega a confundirse con las "agenda neoliberal de abdicación de la política ante la presión chantajista de los bancos y los mercados no regulados".

Hay que hacer perfectamente reconocible, dice, la diferencia existente entre la apertura al mundo de una izquierda "liberal en lo político como en lo cultural" de la "peste etnonacionalista" de esa derecha que también critica la globalización.

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