En nuestro programa más profundo, ese disco duro que no está en ningún sitio porque ya se ha repartido por las células, está la fobia hacia el animal salvaje, frente al que a lo largo de millones de años nos hemos hecho en la Creación un sitio que no está mal. Así, la ecuación matar salvajes=obtener ventajas funciona de maravilla, sin necesidad de argumentos. La caza funciona como un rito sacramental en el que se hace la parodia de la historia de la humanidad, pero, con licencia o no, todos llevamos un cazador dentro, y en cuanto una especie crece un poco preparamos la escopeta mental.
Hay más víctimas humanas por embestidas de vaca o acometidas de perro, pero los domésticos, por definición, no son salvajes. No está mal la propuesta incruenta del admirado biólogo Carlos Nores para espantar jabalíes, de simular cacerías urbanas. Solo hace falta que una empresa de eventos le de forma a la idea.
