Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una restauración envenenada

Joaquín Basilio Bas se encontraba al frente de la Unidad Técnica de la delegación de Educación en Pontevedra cuando recibió el encargo de inspeccionar a fondo el primer instituto construido en El Vergel, entonces ya denominado Sánchez Cantón, para elaborar un diagnóstico sobre su estado general y proceder a su restauración.

El esmerado trabajo que este buen arquitecto había realizado una década antes en la construcción de la Residencia de Estudiantes de la Caja de Ahorros, no solo le había valido la felicitación personal del ministro Manuel Lora Tamayo, sino que poco después también había motivado su contratación por parte del Ministerio de Educación. Hay obras que son amores, sin duda ninguna.

Con una brillante, larga y dilatada trayectoria a cuestas en su mochila profesional, Basilio Bas creía haber visto ya todos los disparates del mundo en asuntos constructivos, hasta que revisó a conciencia el instituto pontevedrés y se encontró lo que se encontró. Aquello estaba hecho polvo y allí se mascaba la tragedia.

Sin afán de protagonismo y por sentido de la responsabilidad, el arquitecto nunca quiso detallar en público lo mal que estaba por dentro aquel centro para no acusar a nadie de negligencia o cualquier cosa peor. Pero si trasladó su crudo diagnóstico a los máximos responsables de la Consellería de Educación: a la vista de su pésimo estado general, la pretendida rehabilitación resultaba totalmente inviable.

La construcción de un edificio nuevo incluso resultaba menos costosa. Eso fue lo que recomendó y eso fue lo que se hizo a la postre, bajo su atenta supervisión.

Filgueira Valverde, en su condición del director del Instituto Masculino, no sé dio ninguna prisa en ponerle nombre cuando el Ministerio de Educación autorizó esa práctica en los años 60. Entonces la mayor parte de los centros españoles aprovecharon la ocasión para homenajear a alguna personalidad ilustre. El Instituto Femenino rindió tributo a Valle Inclán en 1966 cuando solo contaba tres años de vida académica.

El viejo profesor se tomó el asunto con calma y reservó el bautizo de "su" instituto para alguien que hiciera honor a tal distinción. Quizá tuvo siempre en la cabeza a su admirado y querido mentor Francisco Javier Sánchez Cantón. Por ese motivo la nominación se puso en marcha poco después de su fallecimiento.

Pero no fue el Instituto Masculino, sino el Ayuntamiento de Pontevedra, quien tomó la iniciativa por medio del teniente de alcalde, Alfredo García Alén. Luego el claustro del centro hizo lo mismo a propuesta de Filgueira Valverde.

Ambos actuaron en perfecta sintonía para soslayar una última voluntad de Sánchez Cantón. Porque el ilustre académico dejó escrito en su testamento que a su muerte no quería ninguna dedicatoria de calle, plaza o jardín. En cambio no dijo nada de dar su nombre al instituto de sus amores, donde enseñó su padre y donde él aprendió; un centro al que se sintió tan ligado durante toda su vida.

Cuando el Ministerio de Educación dictó la orden correspondiente el 28 de marzo de 1973 autorizando la nominación de Sánchez Cantón para el Instituto Masculino, el claustro y Filgueira reseñaron su agradecimiento por tan "extraordinaria distinción".

Compartir el artículo

stats