Vigo tiene que dar el paso para formar ingenieros biomédicos. Pocas veces se dan circunstancias tan propicias para materializar un proyecto como las que concurren en este caso, ni tan alto grado de consenso sobre los beneficios que reportaría, tanto desde el punto de vista académico y científico como desde el económico y asistencial. Los mimbres son excepcionales: una Escuela de Industriales, Ingeniería de Telecomunicaciones, Informática, Biología, Química, Económicas, un nuevo y moderno Hospital, el Cunqueiro, centros tecnológicos y de investigación de referencia, una visión estratégica de lo que la biotecnología puede aportar como sector emergente, una medicina privada solvente y, casi tan importante como todo lo anterior, algunas personas que creen en ello. El coste es, además, asumible. ¿A qué esperamos?

Hace ya más de cinco años, el Consello Social de la Universidad de Vigo impulsó la recomendación de solicitar un nuevo grado en Ingeniería Biomédica. Hubo ocasión de pedirlo entonces, todavía con el mapa de titulaciones abierto, pero no se hizo. Otros corren. Tanto que Asturias se ha adelantado a Galicia a lanzar estos estudios, consciente de su enorme potencial, para cubrir su ausencia en todo el Noroeste peninsular. Aquí se está a la espera de que la Xunta reabra el mapa este curso para reclamarlo. Pero nos han tomado la delantera. A ver si ahora espabilamos.

La ingeniería biomédica se ha convertido en una especialidad de una expansión enorme, que aplica técnicas de las ingenierías a la resolución de problemas médicos. Es un grado imprescindible ante la gran tecnificación de la medicina y la atención hospitalaria y a domicilio. Como prestigiosos doctores del Consello Social apuntaron hace un lustro, la Universidad del sur de Galicia es la que goza de mayor cualificación para impartirlo dada su gran infraestructura en ingeniería y el demostrado prestigio y calidad de sus diferentes ramas.

Además, su coste sería perfectamente asumible, puesto que es la única universidad gallega que ya cuenta con la mayoría de departamentos necesarios. Con su creación, no solo aumentaría su prestigio y el del Complejo Hospitalario de Vigo, sino que se convertiría en un foco de captación para el Noroeste peninsular.

El acertado y aprovechable diagnóstico formulado entonces sigue siendo plenamente vigente cinco años después. La estrategia de competitividad y crecimiento sostenible de la economía gallega a medio y largo plazo ha de partir del aprovechamiento, consolidación, impulso y modernización de nuestra base económica industrial, pero también por valerse de las oportunidades que surgen para el desarrollo de nuevas actividades, que habrá que tratar de explotar. Máxime, como es el caso, si se cuenta con una ventaja en el presente y con potencial de crecimiento en el futuro.

Nadie cuestiona que la biotecnología constituye un sector con presente y, sobre todo, con futuro en Galicia. No lo hace la Xunta. Tampoco la Universidad del sur, que aspira a incorporar en su catálogo de titulaciones Ingeniería Biomédica. La idea encaja como un guante en una región que cuenta en Vigo con un polo de gran reputación en el campo de la ingeniería y, en Santiago, con una Facultad de Medicina de relieve.

El Gobierno de Feijóo puso en marcha el nuevo hospital de Vigo con la promesa de situarlo en la vanguardia española e incluso europea. Hecho lo primero en un contexto de fuertes restricciones presupuestarias como el actual, toca ahora cumplir con lo segundo. No hay ninguna duda de que la apuesta para implantar ese grado debe ser la Universidad del sur de Galicia.

En el campo científico, el Cunqueiro encuentra un complemento perfecto en el Centro de Investigación Biomédica (Cinbio) y el Centro de Apoyo Científico-Tecnológico a la Investigación (Cacti). Dos complejos punteros en los que trabajan un plantel de cualificados investigadores, que se han convertido en referencia para universidades y centros nacionales internacionales de prestigio.

En el campo tecnológico Vigo puede presumir de una Escuela de Industriales que el pasado año se situaba como la quinta con mayor prestigio de las 56 públicas y privadas de toda España. Además es la segunda en el ranking de Ciencias de los Materiales, una de las ramas implicadas en la Ingeniería Biomédica.

A este mérito contribuyen también otros grupos como el de Química Coloidal. Allí trabaja, por ejemplo, Isabel Pastoriza, la investigadora con el mayor índice h de impacto científico de la Universidad de Vigo y una de las gallegas más destacadas. En su equipo, dedicado al diseño y fabricación de nanopartículas, está también Jorge Pérez, otro investigador con huella internacional. Como otra referencia es el catedrático de Genética, David Posada, que investiga la evolución del cáncer con una ayuda europea de 2 millones. Por poner tan solo unos ejemplos.

Completan los excepcionales mimbres de la ingeniería biomédica en Vigo y Galicia un tejido empresarial que va a más, con apoyo en un sector médico privado de peso.

Los estudios de Ingeniería Biomédica, ya sean de grado, máster o doctorado, se imparten actualmente en un puñado de universidades españolas: Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Extremadura, Navarra y País Vasco. Son títulos con elevadas notas de corte que atraen a alumnos brillantes porque tienen salida laboral. Ninguna de las instituciones académicas que los ofertan se encuentra en el Noroeste. Asturias ya se ha dado cuenta de su potencial. La Universidad de Vigo tiene, por tanto, una ocasión de oro para distinguirse y atraer alumnos, asignatura crucial para mantenerse en un territorio periférico demográficamente declinante.

El dinero tampoco parece un problema. La puesta en marcha de un posgrado de un año de duración cuesta unos 36.000 euros, según cálculos de nuestros futuros competidores, el equipo rectoral asturiano. Una cantidad más que asumible tratándose, como es el caso, de estudios de indiscutible valor estratégico, aunque a lo que a Vigo aspira sea al grado.

Estados Unidos -con epicentro en Minnesota-, Australia y Holanda han encontrado en la combinación del sector tecnológico y biomédico una fuente de riqueza. Mucho más cerca, Navarra es una autonomía próspera gracias en buena parte al impacto económico de su sistema sanitario y al esfuerzo de los agentes públicos y privados para promocionarla como destino de salud. ¿Por qué Galicia no puede intentarlo?