Lo que acontece en esta ciudad, la de los ourensanos, se puede ver reflejada en una de las estrofas de la canción de la Orquesta Mondragón, Corazón de Neón: "La ciudad donde vivo ha crecido de espaldas al suelo, la ciudad donde vivo es el mapa de la soledad, al que llega le dan un caramelo con el veneno de la ansiedad, la ciudad donde vivo es mi cárcel y mi libertad". Y muchas cosas más, con el añadido de que "la ciudad donde vivo es un monstruo de siete cabezas...", aunque en este caso serían 27, los ediles que forman parte de la corporación, un peculiar templo del bien y del mal. Son los protagonistas, en menor o mayor medida, según rango partidario, de ese desaliento que cala como la fina lluvia en un otoño de contrastes. Se acumulan los despropósitos, sobre todo verbales, que revelan una mediocridad política.

Cuando los políticos se instalan en la barricada partidaria, los ciudadanos padecen las consecuencias y asisten a espectáculos nada recomendables y con coste al erario público. Las páginas que a diario se escriben en torno al urbanismo por el que espera la ciudad, es el mejor de los ejemplos. El más reciente protagonizado por el portavoz socialista, Vázquez Barquero, relacionado con la modificación presupuestaria para pagar al equipo redactar un informe necesario de adaptación del documento actual a la ley gallega. Una referencia de lo dicho con anterioridad. Negó el pacto con el PP para aprobarla, pero al ser preguntado qué tiene pensado hacer su grupo, la deriva llevó por una especie de acertijo cutre al gobierno: si me convences, apoyo, y si no "que se joda la ciudad", como proclamó en su momento un decepcionado presidente de la asociación de los constructores, Eligio Nieto, con las idas y venidas de un documento marcado a fuego por el bloqueo. Con estas y otras actitudes, de unos y los otros, el panorama es que la ciudad donde vivo es una monstruo de muchas cabezas con fuego capaz de arrasar toda esperanza.