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Un nuevo impulso a la Unión Europea

El "'Brexit' is 'Brexit'" parece haber sacudido la moral de la Unión Europea, apremiada ahora a dar un nuevo impulso a la unión fiscal y, en último término, a la unión política. La falta de compromiso de quienes durante décadas han venido debilitando el proyecto explica un estado de ánimo alicaído en los países de la Unión, pendiente de activar, sin demoras, el artículo 50 del Tratado de Lisboa (que regirá el divorcio efectivo), enervar la tentación de quienes impelidos por el populismo pudieran tratar de emular el "Brexit" o las amenazas de esa alianza formada por Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia, el V4 (grupo Visegrado, países de reciente adhesión pero desertores ya de "una Unión más estrecha"), que no ha titubeado en rechazar la propuesta de los ministros del Interior de la Unión. Así que 120.000 refugiados tendrán que esperar para ser reubicados.

Con todo, cada vez son más las voces que se alzan a favor de una política de seguridad y defensa común para los países de la Unión. En su reciente reunión de Bratislava, los ministros de la defensa de Francia, Alemania, Italia y España parecen haber acusado recibo de ese lamento, apostando por una defensa más fuerte, realista y creíble. Una autocrítica que, aunque tardía y poco concreta, no deja de ser promisoria.

Europa tiene, en su conjunto, que establecer cuáles son sus intereses y vulnerabilidades y a partir de ellos, configurar una Política Exterior y de Seguridad Común con su correspondiente Política de Defensa Común.

Este impulso de la voluntad, en lo que se refiere a las cuestiones relacionadas con la seguridad y la defensa, tiene que ver con la política industrial, las decisiones de compras, las bases operativas y la activación de grupos de combate, lo que en algún momento, seguramente todavía lejano en el tiempo, debería desembocar en una gran fuerza europea

La compleja situación política -marcada por la crisis humanitaria y migratoria, mal llamada "crisis de refugiados"-, las dificultades económicas y las incertidumbres sobrevenidas -unida a la degradación de la seguridad en nuestro entorno (que comportan las amenazas dentro y fuera de Europa)- plantean como algo esencial contar con una defensa robusta.

Responder a crisis externas, apoyar a socios afectados por inestabilidad, especialmente en África (lo más probable es que la UE tenga que lanzar misiones militares en regiones en que la OTAN no actúa, como Malí, Somalia o el Congo) y asegurar la protección del territorio y los valores de la población europea, constituyen otras tantas preocupaciones añadidas para los responsables de la defensa.

Se trata, pues, de arreciar la autonomía estratégica de Europa en su dimensión operativa e industrial. No sólo hay que mejorar la capacidad de la Unión para evaluar su entorno de seguridad y tomar la iniciativa en el lanzamiento de operaciones militares, también es esencial consolidar una base industrial y tecnológica que sirva de soporte a dicha autonomía.

Una respuesta europea de defensa tiene mejores oportunidades el día después del "Brexit" de las que tenía el día antes, pero tiene que asentarse necesariamente en instrumentos eficaces, con órganos facultados para adoptar decisiones estratégicas, cuarteles generales y estados mayores capaces de dirigir unas fuerzas más eficaces y modernas.

El Pentágono, que quiere tender puentes con la industria de la tecnología, acaba de crear un consejo asesor, presidido por el presidente de Alphabet (la compañía matriz de Google), al que se han sumado los fundadores de Amazon, LinkedIn, Broad Institute del MIT e Instagram y académicos procedentes de la Wharton Business School, Harvard y el California Institute of Technology, con la idea de incorporar las mejores prácticas del Silicon Valley a la defensa americana. Tratan de tender un puente entre la forma de operar de los militares y la vanguardia tecnológica. No es un mal ejemplo.

Los ministros europeos de defensa, al buscar el refuerzo mutuo y la complementariedad, coinciden en que la colaboración entre la UE y la OTAN es básica para la seguridad del continente. Y esto es así porque la defensa debería convertirse en "uno de los ejes vertebradores del relanzamiento del proyecto europeo". Contribuir con decisión a ese objetivo no es tarea menor.

Por fin, una estrategia de seguridad puramente europea nos permitiría disponer de una capacidad de defensa que no fuera únicamente subsidiaria de EE UU, proporcionar una mejor respuesta a los verdaderos intereses de Europa y posibilitar una mejora de relaciones con Rusia, puesto que en el seno de la Alianza se está produciendo un inconveniente regreso a la desconfianza contra Rusia, una nueva forma de Guerra Fría.

Por lo que respecta a España, nuestras Fuerzas Armadas participan actualmente en todas las misiones que tiene desplegadas la Unión Europea: en Bosnia y Herzegovina; en aguas del Mediterráneo y del Índico; en Malí, en la República Centroafricana y en Somalia.

Permítanme concluir con una reflexión sobre el lugar de la Unión Europea en el mundo y la seguridad de sus fronteras. En los dos últimos años, se han puesto a prueba nuestros valores y principios y en su respuesta a la conocida como crisis de los refugiados, la Unión no siempre ha hecho ejercicio de unidad. Un ejemplo de ello es la negación de algunos Estados miembros a participar en el reparto de la tarea, lo que nos ha llevado al estancamiento.

Europa (continente de la humánitas, cuna de los derechos humanos y campeón de la solidaridad y de la ayuda al desarrollo) sigue teniendo la obligación de ser algo más y distinto que un mero mercado interior. En el manejo de la crisis de los refugiados se debería actuar de acuerdo con nuestras ambiciones, sin ingenuidades y con soluciones viables, de cara a una efectiva y humana migración, asilo y política de fronteras.

No cabe otra opción, porque si fallamos en esto, algunos de los elementos fundamentales de la UE, tan evidentes como la solidaridad entre países ricos y pobres o la ausencia de fronteras interiores dentro de Schengen, se pondrán en cuestión. Y ahora mismo es bastante evidente que las cosas no están funcionando como debieran.

La Unión Europea tiene que ser factor de paz y estabilidad en el mundo, un actor global. Y lo cierto es que hoy por hoy no lo está siendo. Una política exterior activa implica asumir un papel de liderazgo en la prevención de conflictos. Y en este rol, la seguridad es esencial, pues lidiar con la inestabilidad en el mundo también significa ser capaz de demostrar poder duro (hard power).

*Presidente de SES España

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