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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La burla

A la vista de lo que sucede allí, no ha de extrañar que muchos ferrolanos, y bastantes otros gallegos, lo consideren una burla a la población, al sistema e incluso a la inteligencia. Porque el hecho de que el alcalde, de En Marea, para aprobar los asuntos, haya de echar mano de los votos del PP y un par de tránsfugas resulta una prueba irrefutable del acierto marxista -de Groucho- cuando le decía a sus interlocutores que si no le gustaban sus principios los cambiaba y punto.

Y es que las contradicciones se acumulan. Primero desde el PP, que auxilia a quienes anatemizó por ocupar mediante extrañas coaliciones una Alcaldía que la voluntad ciudadana le había dado a los populares por amplio margen. Segundo, la del PSOE, varios de cuyos directivos -y su candidato- calificaron a los gobiernos gallegos de En Marea como "malos" y sin embargo los siguen apoyando. Y, en donde la propia EM, que juró no aceptar trato alguno "con la derecha" se vulnera cuando le viene en gana.

Pero eso no es lo peor: las tres formaciones, más otras que se suman al aquelarre, deciden olvidar las normas contra el transfuguismo primero interpretándolo como le conviene a sus intereses y después haciendo causa común con dos ediles socialistas que merecen ese calificativo porque votan contra su partido y en cuyas listas se presentaron, y lo hacen sin renunciar al cargo. Y el alcalde cambia de principos, como Marx brothers.

O sea, que lo dicho; una burla. Especialmente si además se recuerda que los pactos postmunicipales se establecieron con la excusa de que era lo que quería la gente aún votando a diferentes partidos "para echar al PP" y garantizar, mejorándola, la gestión. Falsedad tras falsedad, como demuestra la crisis que se comenta, por más que se diga "circunstancial".

Ahora, como suele ser habitual, todos justifican su actitud en la socorrida apelación al "bien de los ciudadanos", que teóricamente son los que deberían decidir pero cuya volundad se sustituye por las maniobras de unos cuantos profesionales de la política que lo que buscan es mantener unos el poder y otros acercarse lo más posible para compartirlo. Es cinismo sobre superchería: una vergüenza.

La moraleja no puede estar más clara: es preciso reformar con urgencia la Ley Electoral para esto como para otros problemas en diferentes niveles. El señor Rajoy la incluyó en su programa electoral de 2011, pero no tuvo coraje para llevarla adelante con su mayoría absoluta a pesar de que la anunció al final de la legislatura. Y, conviene no olvidarfo, aquellos polvos vinieron estos lodos, incluyendo por supuesto el bloqueo gubernamental.

¿Eh?

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