Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cretinismo parlamentario

La idea de patria de Podemos es un imposible jurídico, con un corolario, la consulta, de efectos impredecibles

Hipócrita es quien finge "cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente" tiene o experimenta. Pablo Iglesias debió de consultar el miércoles el DRAE (era día festivo) para poder aplicarle el término a Rajoy. Porque al presidente en funciones, según él, el desfile del 12-O le parece un "coñazo". El líder de Podemos no quiere incurrir en doblez semejante, pero a medida que sus arremetidas se suceden ("politizar el dolor de los ciudadanos", "dar miedo a los poderosos") va dando más la impresión de que le aterra hacerlo. Ahora que ya sabe que se va a pasar equis años (¿meses?) en la oposición, el temor a caer en el "cretinismo parlamentario" le consume y no pierde ocasión de alejarse de la combustión de las citas institucionales.

Esta semana le tocó el turno a las celebraciones de la Fiesta Nacional, en las que estuvo presente vía YouTube para aclararnos que la "patria es la gente", no "ponerse firmes cuando desfila el Ejército". Bien, pero mejor hubiera sido que en vez de "gente" hubiese dicho "pueblo". En la noción de "pueblo" cabemos todos, incluidos los ocho millones de españoles que votaron al PP; en cambio, en la de "gente", mucho más imprecisa (más maleable, por lo tanto), parece que sólo entran los que lo hicieron por Unidos Podemos, un millón de los cuales se quedaron en casa o prefirieron seguir siendo "pueblo".

Y tampoco parece que ir de corbata (o con camisa a cuadros) a una parada militar sea síntoma de que "seguimos en los años más oscuros del siglo XX" (léase los de la dictadura propia, las ajenas o las concomitantes).

Aquí, nuevamente, Iglesias se desliza hacia la trascendencia. Pero en la idea de patria de Podemos hay algo más inquietante que el deseo de significarse con una soflama anticastrense: esa intangible "nación de naciones" ("patria de patrias") que resulta aún más vaga que la propuesta federal del PSOE. Un imposible jurídico, con un corolario, la consulta, de efectos impredecibles, como han demostrado los recientes casos del Reino Unido y Colombia.

No todo se puede (ni se debe) preguntar al votante. Y menos la futura configuración del Estado. Se puede y se debe preguntar, pero sólo después de que los que cobran por delegar en el pueblo sus decisiones hagan una propuesta. Mientras tanto, ay, cretinismo parlamentario.

Compartir el artículo

stats