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Joaquín Rábago.

Subsaharianos

Indican las estadísticas del Ministerio del Interior italiano que los nigerianos representan el mayor contingente de los subsaharianos que arriesgan la vida en el Mediterráneo.

Son más de 22.330 los nativos de ese país los que entre enero y agosto de este año lograron llegar a Italia, seguidos a distancia de eritreos y sudaneses: algo más de 15.000 y 8.000, respectivamente.

Y hablamos, en el caso de Nigeria, al décimo productor mundial de petróleo y a la economía más potente de África. ¿Qué será de los otros?

El problema, como ocurre en tantos países del mundo en desarrollo, pero sobre todo en el continente negro es a quién pertenecen esas riquezas, quiénes se reparten el botín.

El crudo representa aproximadamente un 70 por ciento del PIB nigeriano y, sin embargo, la región donde están los pozos, el delta del Níger, apenas se beneficia de mismo.

El problema es, como siempre, la explotación de la riqueza nacional por multinacionales extranjeras, que se aprovechan de la corrupción de tantos gobernantes locales.

Leí hace unos días en el semanario alemán Die Zeit un interesante reportaje sobre ese delta tan rico en petróleo, donde viven diversos grupos étnicos, y el peligro de estallido de una nueva guerra civil.

Como señalaba el autor, en la región que recorren los aproximadamente 7.000 kilómetros de envejecidos oleoductos ya no pueden prosperar la agricultura ni la pesca, dos medios de vida tradicionales de la población local.

En esa región muchas personas recurren a la delincuencia para subsistir, porque no hay trabajo y faltan los alimentos y el agua potable.

Por absurdo que pueda parecer, en el delta del Níger es difícil encontrar gasolina que no sea de procedencia ilegal. Alrededor de 200.000 barriles de petróleo desaparecen diariamente en el delta.

Una quinta parte de esa cantidad se roba directamente de los oleoductos y se destina a las refinerías ilegales que hay allí mientras que el resto se embarca para su exportación también ilegal, actividades en las que participan funcionarios y militares.

El periodista habló allí con individuos, algunos de ellos exmilitares, que han hecho de la piratería y el pillaje un modo de vida.

También visitó una de las refinerías ilegales en una zona controlada por milicias que se dedican también al secuestro de otras personas.

Esos individuos, dotados de lanchas rápidas, llegan a los pueblos y buscan a personas con dinero para llevárselas e intentar que les paguen un rescate.

Nigeria ha estado pagando desde la amnistía de 2009 cientos de millones de dólares a las guerrillas para mantenerlas tranquilas, pero eso funcionó solo un tiempo.

Con el petróleo aumentó la codicia, las guerrillas volvieron a recurrir a la violencia y si después de la amnistía se extraían legalmente más de dos millones de barriles diarios, hoy son solo 800.000.

La compañía nacional petrolera, NNPC, y las extranjeras como Chevron o Shell, han estado sufriendo graves daños en sus instalaciones atribuidos a un nuevo grupo, los autodenominados Vengadores del Delta del Níger.

Y existe hoy el peligro de que vuelva a estallar en esa región separatista una nueva guerra civil como la que tuvo lugar allí entre 1967 y 1970, cuando se proclamó la república de Biafra.

Y luego nos sorprendemos de que tantos jóvenes del África subsahariana sigan huyendo a Europa.

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