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Historia

Apuntes sobre la Guerra de la Independencia en Galicia (II)

En Galicia, la población y la influencia francesa estaba polarizada en la ciudad de A Coruña, y desde allí irradiaba al resto del reino. A lo largo del siglo XVIII, sobre todo desde la apertura comercial de su puerto con América aprobada por Carlos III, se fue instalando una importante colonia francesa de empresarios, especialmente del ramo del textil, que alcanzaría una cifra aproximada de unos 350 personas, a las que había que sumar los comerciantes y marineros procedentes de los puertos de Nantes, La Rochelle, Burdeos y Bayona. (Esto explica que A Coruña fuera una de las más importantes entradas de libros prohibidos de tipo revolucionario y liberal. Los antirrevolucionarios (abate Barruel) los traían los refractarios.) Esta importancia económica y poblacional explicaba la existencia en A Coruña de un Cónsul General de Francia en Galicia y vicecónsules en Camariñas. Cedeira, Corcubión, Ferrol, Malpica, Pontevedra, Ribadeo, Vigo y Viveiro, algunos de ellos de origen gallego. A su labor se apunta la mayor parte de la información que sobre Galicia se tenía en Francia y la ambigua actitud que en los primeros momentos tuvieron algunas autoridades gallegas. Al último cónsul, Foureroy, se le encerró en el castillo de San Antón para preservarle de la ira popular, del cual salió cuando llegaron las tropas francesas, y con las que marchó cuando se retiró el ejército de Ney.

Así pues, en el período previo al levantamiento en Galicia, la impresión generalizada que tenían los franceses era la de que reinaba una notable tranquilidad externa y en cuanto a hechos concretos, pero no se ocultaba una cierta preocupación por la inquietud que provocaban las informaciones que llegaban de Madrid y Bayona. Lo cual iba en consonancia con los preparativos y las medidas cautelares que se van disponiendo, indicativas de que el grado de sosiego y de seguridad no era tan consistente y firme como podía parecer.

En este contexto se inscribe la llegada a A Coruña, el 10 de mayo, procedente de Burgos, del Oficial de Estado Mayor, el Mariscal Bessieres, para asegurarse del estado de la situación del Reino de Galicia en lo concerniente a la tranquilidad pública y a la seguridad de los franceses que aquí se encontraban. De igual manera, aunque "il parait qu'en général la tranquilité publique n'a encore été troublée en Galice par aucun acte" , ese "aún" incluido en la frase del celoso y exhaustivo Boletín Consular de A Coruña está quizá justificando que, por ejemplo, el Comandante de la provincia de Tui tome las mediada oportunas para que no se turbe la paz, que el Capitán General del Reino de Galicia, el general Filangiery, aumente el número de hombres en todas las guardias y convierta en desplazable una parte de la guarnición de A Coruña para poder enviarla a cualquier punto de Galicia que fuera necesario, y que una de las primeras órdenes de Murat sea la de pagar y tratar, en todos los aspectos, a las tropas españolas de la misma manera que a las francesas, lo que causó ciertamente una agradable impresión a las, muchas veces, desabastecidas e impagadas guarniciones.

En principio, el sector que en función de su profesión, fuerza y antecedentes históricos (nunca había habido en los tiempos modernos un pueblo en armas) podía suponer el único escollo serio a las intenciones y proyectos napoleónicos era el militar. Sin embargo éste, hasta que las masas y la nueva organización de poder le empujaron a ello, se comportó, por lo general, sumiso, obediente y sin causar el menor problema. La información francesa que se tiene sobre los militares de alta graduación, en lo que a Galicia se refiere, no puede ser más favorable en cuanto a su actitud y trato. Y esta opinión no era coyuntural sino constante. Veamos alguna muestra: cuando el nuevo cónsul Fevelat llega a A Coruña queda sorprendido del carácter pacífico y tranquilo ("a diferencia de Burgos", dice) del pueblo, que le mira incluso con agrado, y del buen orden que sigue la vida cotidiana, al cual contribuye sin duda "la prudencia del Capitán General". Y para justificar esta opinión cuenta que un "Commis de Boutique" (empleado de botica) español había insultado tiempo atrás a un marinero del barco corsario "La Aventura" de Burdeos, y que puesto el hecho en conocimiento del Capitán General, éste le advirtió amenazadoramente con mandarle a galeras si reincidía, con lo que, desde entonces, "(il) ne dit plus le mot" (no dijo ni palabra).

A principios de mayo llega también a A Coruña el oficial francés Mongat acompañado del agente J. Vangard con la misión de inspeccionar los arsenales coruñeses y pulsar las opiniones de las autoridades ante la nueva situación política. El buen recibimiento de éstas, junto al alborozo de los franceses residentes, provocó un cierto malestar entre parte del pueblo acusándolas de afrancesadas.

En algunos casos las relaciones entre algunos miembros de la jerarquía militar y representantes de la nación francesa superaba la estricta norma del deber, o de la disciplina, o de la simple cortesía diplomática, dándose una cierta connivencia a la hora de tratar, plantear y prevenir asuntos del momento. Es el caso del Comandante General del Reino y del Ejército, D. Francisco de Biedma, y el Comisario Comercial Foureroy quien a propósito de los sucesos de primeros de mayo en Madrid le escribe exhortándole a que tome las providencias oportunas para que eso no se repita en el Reino de Galicia y, después de ponderar su rectitud, valor y respetabilidad, añade que "la felicidad del reino no es poca al tenerlo a él como comandante general en horas tan difíciles", a lo que contesta éste dando gracias por haberle enviado ciertos papeles impresos, por la confianza que con ello manifestaba "y las finas expresiones con que la acompaña" ; a lo que añadía que "Puedo asegurar a v.s. he tomado las providencias que me han parecido justas para que en este Reyno no se experimenten los desórdenes que comete un populacho seducido por la malicia".

Cuando al cónsul le llega el rumor de que el Ayuntamiento de Santiago había dirigido, el 7 de mayo de 1808, un recurso al Comandante General con el fin de conseguir autorización para armar una tropa ciudadana que suponía iba a ser antifrancesa, le envía inmediatamente un escrito (el 11 de mayo) preguntándole -con el objeto de informar a su Gobierno- qué medidas se habían tomado para tranquilizar a la ciudad, al que se contesta el mismo día en los siguientes términos: "Fundado en los sobrios y prudentes sentimientos del Gobierno, habrá v.s. reconocido hoy por el bando publicado... los deseos de ilustrar con los debidos exortos (sic) a todos sus naturales para separarles de todos los sediciosos influxos (sic) de los perturbadores del sosiego y de la obediencia... y que la nación francesa no halle motivo de qué quejarse como se lo tengo expresado a V.S.". Dice después que "la leal ciudad de Santiago sufre una calumnia en lo que se le supone: su sumisión al Gobierno superior asegura su conducta, y los conocimientos que tengo de su fidelidad exigen no dudar un momento de sus procedimientos en este concepto. Sírvase v.s. tranquilizar sus cuidados seguro de que se interesa mi obligación en ello" .

En realidad, lo que había hecho el Ayuntamiento compostelano cuando se dirigió al Comandante General era ofrecerle las personas y los bienes de sus habitantes para emplearlos al servicio del Gobierno si fuese necesario, y éste contestó que no había ninguna razón de inquietud y que, por lo tanto, no era necesaria su ayuda. Y en cuanto al bando, que fue publicado el día 11 en A Coruña por orden del Ministro de la Guerra con "tout l'appareil d'un Ban Royal", recuerda al público los sucesos del 2 de mayo en Madrid, y las terribles consecuencias que han tenido para los culpables, y llama a la tranquilidad y, sobre todo, a la buena armonía con los franceses que están ya o que puedan venir a Galicia, amenazando con los más severos castigos para los que les ofendan.

Estoy de acuerdo con Ofelia Rey Castelao ("Ideología, cultura y guerra en Galicia", en II Seminario Internacional de la Guerra de la Independencia, Madrid, Ministerio de Defensa, 1996) en la apreciación de que los franceses no temieron nunca a las autoridades gallegas, a las que consideraban verdaderamente sumisas, que Galicia era una provincia lejana fácil de conquistar y que al pueblo ignorante lo mismo le daba tener unos gobernantes que otros. El único problema era un clero muy fanático al que había que controlar con la captación de los Obispos.

Las previsiones francesas no se cumplieron, porque inmediatamente la insurrección surge por todos los sitios, y la presión popular promueve nuevos representantes y el nacimiento de las Juntas de Defensa a partir de junio de 1808. Tampoco las armas francesas pueden poner al país en obediencia, porque a los pocos días de entrar en Galicia y conquistar sus principales ciudades el pueblo gallego, fundamentalmente en el campo, se levanta instigado por clérigos, abades y fidalgos.

*Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo y director de la UNED

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