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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El Grupo

A estas alturas, y con lo que está cayendo sobre el sector, no hay duda de que la noticia del acuerdo de cuatro cooperativas lecheras de cierto tamaño supondrá un considerable alivio. Sobre todo si se relaciona con la anunciada instalación aquí de una empresa, Goodleit, que pretende transformar casi un quince por cien de la producción del país. Puede ser una coincidencia, pero en todo caso supondrá refuerzo y mejora, y abre caminos.

Algunas opiniones solventes han hablado ya de Grupo Lácteo Gallego refiriéndose a las cooperativas, pero eso parece, por el momento, más deseo que realidad. Aunque desde luego por algo se empieza, y esa fusión sería un comienzo prometedor. Llegarías, ese Grupo -si llega- con años de retraso, pero aparte de que más vale que nunca, el momento no parece malo si se sabe aprovechar, hay capital dispuesto a respaldar la operación y voluntad política de impulsarlo.

Conste que, para evitar malentendidos, los protagonistas de la operación ya han advertido que ni es la panacea, ni hay que esperar una respuesta inmediata y, además, que no se debe considerar nacido -todavía el Grupo que Galicia necesita. Pero en una Tierra como ésta, en la que tan difícil resulta aunar voluntades, la iniciativa es sin duda una esperanza de que por fin empiecen a cambiar algunas cosas.

Se ha dicho, con frecuencia, que en algunos sectores -elevados- del oficio político no sólo no se ha considerado siempre el valor estratégico que tiene para la economía gallega este sector, sino que, por momentos, se le ha negado un papel clave en el equilibrio del país. Y tiene ambos y en grado sumo, porque la prosperidad del sector impediría el despoblamiento del interior y la excesiva ocupación poblacional del litoral. Y no es moco de pavo.

Item más. Una modernización derivada de la concentración de la oferta estimularía la transformación del producto para alcanzar un sustancial avance productivo. Mejoraría tanto la oferta como elevaría la demanda, subirían en consecuencia los precios y por tanto lo que hoy es una apuesta audaz podría convertirse en esperanzadora realidad.

Sin la menor intención de lanzar las campanas al vuelo -porque no sería la primera vez que en Galicia las buenas ideas se frustran en el camino a la realidad-, convendría recabar de quien puede y debe ayudar, que preste un apoyo urgente. De forma especial la Xunta, que no es ajena a la cuestión y que de fraguarla se apuntaría un tanto histórico y probablemente una serie de victorias notables en la próxima cita electoral, que corresponde a los comicios municipales.

¿Eh...?

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