Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El meollo

La Alameda y su arbolado

El meollo de la cuestión está en adivinar cuantos árboles más tienen que morirse en nuestra Alameda, para que la corporación municipal se tome en serio la necesidad de acometer esa repoblación que está pidiendo a gritos para rellenar sus clamorosos fallidos.

No puede decirse que tan emblemático lugar se esté quedando desértico, porque quizá sería una exageración. En cambio, si puede afirmarse que nunca como ahora en los últimos años había mostrado tantas zonas sin esa preciada sombra arbolada.

Su configuración histórica demuestra que hoy en día existen al menos doce, catorce o quizá más puntos que reclaman la consiguiente replantación. No hay más que darse un paseo por un lugar tan emblemático en la historia de esta ciudad para comprobar tamaña desidia. Eso precisamente resulta lo más penoso: la Alameda se marchita lentamente por falta de mimo.

Gobierno y oposición municipal, que tanto monta, son cómplices de este desaguisado. Unos por omisión y otros por inanición o algo peor. Desconozco hace cuánto tiempo que todos y cada uno de los veinticinco miembros de la actual corporación no se dan una vuelta por allí para reflexionar sobre su compromiso con la mejora de esta ciudad. Para eso se va al Ayuntamiento y no a otra cosa. Sin duda hace mucho, mucho, que no pisan sus paseos. En caso contrario, no se explica su ceguera dolosa.

A veces parece como si los concejales no supieran que inventar para cumplir con su cometido, a la vista de tantas propuestas hilarantes, a tontas y a locas, como el reciente caso de la supresión de la calle a Puig Llamas, que rozan el más difícil todavía.

Y todo lo anterior dicho con el más templado espíritu pontevedrés. Porque cabe pensar que alguno o alguna con mando en plaza podrían abrigar el deseo inconfesable de que una plaga maldita arrasara de la noche a la mañana todo el arbolado que sigue en pie, y dejara en sus torpes manos la posibilidad de levantar la Alameda de arriba abajo y volver a hacerla con un sello propio, marca de la casa. Que el cielo no lo quiera.

Todo lo que hay que hacer con este asuntillo, en definitiva, no requiere mucha ciencia infusa, ni tampoco dinero en abundancia: a árbol muerto, árbol repuesto al día siguiente. Así de fácil.

Compartir el artículo

stats