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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Mineralizar el silencio

A Javier Fernández, presidente de la Comisión Gestora del PSOE y a su vez presidente de Asturias, le han encomendado la complicada tarea de cambiar el rumbo del "trasatlántico socialista", como le llaman al veterano partido fundado por Pablo Iglesias algunos observadores. O dicho en otras palabras, de propiciar el paso de una negativa férrea a la investidura como presidente del Gobierno de Mariano Rajoy ("No es no", que decía el defenestrado Pedro Sánchez) a una abstención táctica.

Es una operación difícil, el barco tiene escaso margen de maniobra ideológico, la mayoría de los viajeros habían comprado sus pasajes para una ruta diferente a la que ahora se les propone, y el rumbo marcado por el antiguo capitán apunta en sentido contrario al que se dibuja en la nueva carta de navegación. Por si fuera poco, hay muy poco tiempo para lograrlo antes de que los plazos legales nos conduzcan a unas terceras elecciones.

Pese a todo, el hombre (de natural reservado y nada amigo del primer plano) se ha tomado el encargo con buen ánimo. Y tiene a su favor, amén de su capacidad de diálogo y de persuasión, dos apoyos fundamentales. De una parte, la sensata tendencia de la amplia nómina de cargos de representación a subordinar la ideología en beneficio de la gastronomía. Y de otra, el apoyo abrumador de los medios que propugnan la formación de un gobierno grato a los mercados.

La catarata de elogios que ha recibido el señor Fernández desde foros tradicionalmente nada propicios a la socialdemocracia, ha sido abrumadora. Desde esos mismo foros, en los que no hace mucho tiempo se calificaba al PSOE de "partido de la corrupción, el paro y los GAL", hemos pasado a catalogar al señor Fernández de "discreto, inteligente, flexible, y todo un caballero". Pocas veces, y en tan corto espacio de tiempo, se habrá visto cosa igual. Imagino que el dirigente socialista asturiano, hombre de larga trayectoria política, se habrá tomado estos elogios a título de inventario a sabiendas de que el entusiasmo es circunstancial y tiene fecha de caducidad en la medida en que los socialistas se salgan del guion que les ha sido asignado.

Mientras eso llega, don Javier Fernández maniobra para explicar a los militantes socialistas la diferencia entre lo ideológico y lo táctico. Según se deduce de unas declaraciones a un importante periódico nacional, ideológico es hablar de impuestos, del mercado laboral, del carácter universal de la sanidad, de la función de la educación, y de la igualdad. Y es táctico, en cambio, debatir si en las condiciones actuales interesa a España y al PSOE ir a unas nuevas elecciones. Y para que no quede duda de cual es su opción preferida la resume con esta frase: "Abstenernos no es apoyar".

Bien, el tiempo nos dirá si una vez resuelto el trámite de la investidura lo táctico prevalecerá sobre lo estratégico o si ocurrirá justamente al revés. En cualquier caso, de las declaraciones de Javier Fernández me llama la atención la forma en que describe la etapa que concluyó con la dimisión de Pedro Sánchez. "Nos habíamos mineralizado en el silencio, respecto de lo que interesa a España y el PSOE". Un juicio propio de un ingeniero de minas.

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