Recientemente hemos conocido el resultado de la inspección llevada cabo por el Tribunal de Cuentas Europeo en varios puertos marítimos de nuestro continente. El hecho de que entre los españoles figuren los de A Coruña, Ferrol y Vigo, invita a analizar tales resultados y reflexionar seriamente sobre algo que tan de cerca nos atañe; con la satisfacción de resaltar la buena nota alcanzada por Vigo, aunque tengamos que lamentar el negativo resultado otorgado a los dos puertos de la provincia de A Coruña, cuyas circunstancias guardan cierto paralelismo.

Por su magnitud voy a concentrar mi glosa en el puerto exterior coruñés, en Langosteira, ese faraónico pozo sin fondo e insaciable traga euros; alimentado por un irracional y quimérico afán herculino de emular las condiciones naturales de otro puerto; concretamente el de Vigo.

Curiosamente, siendo este despilfarro un secreto a voces, no se ha suscitado el clamor popular que se manifiesta en ocasiones mucho más pueriles. Una especie de patente de corso a la que ahora, con bastante retraso, el Tribunal de Cuentas Europeo pone en la picota; ofreciendo datos demoledores sobre el irracional e injustificado dispendio de fondos comunitarios.

Además de fundadas dudas sobre los datos aportados, se detecta en el informe la falta de un profundo análisis económico, enfrentando costes y beneficios. Imprevisión que ahora se traduce en un consumo del orden de los mil millones de euros , duplicando el presupuesto inicial y sin que pueda aportarse una justificación sensata. Realmente asombroso que el Tribunal de Cuentas afirme que de los 257 millones de euros de fondos europeos, dada la baja actividad, solo 13 alcanzan tal justificación. Los otros 244 millones se enterraron en zonas que se sabe son prácticamente inutilizables.

Pendientes aún las conexiones viarias y ferroviarias se prevé que el proyecto se culmine en el año 2021. Un larguísimo espacio de tiempo para que el insaciable tragón siga engullendo euros y sin perspectivas de que el despilfarro pueda vestirse con ropajes de racional inversión ni que en este gran derrochador se supere la actual ocupación, cifrada en el 10% de la capacidad portuaria artificialmente creada . Aquí sería de aplicación una frase del Tribunal de Cuentas: "El transporte marítimo de la UE se mueve en aguas tormentosas; mucha inversión ineficaz e insostenible".

Absurda y posiblemente de forma intencionada se ha ignorado que la Madre Naturaleza tiene insuperables cartas en esta partida y que los temporales atlánticos, con olas de hasta 15 metros, hará que mucho días no se puedan utilizar estas instalaciones. Y ni siquiera se puso el rubor sobre la mesa cuando el vergonzoso fracaso de cargar un buque sobre otro barco, vino a avalar las inimitables condiciones del puerto vigués.

Vigo ha recibido fondos europeos para la ampliación del muelle del Areal, silos de Bouzas y ampliación del PIF; mereciendo su utilización una nota alta; aunque la extremadamente celosa actitud de los inspectores ponga un borrón de exigible erradicación en el funcionamiento del PIF. Tal como se ha recogido en una documentada información de FARO, en el informe de Tribunal de Cuentas Europeo, Vigo cumple en los tres capítulos financiados, ninguno de ellos tiene capacidad infrautilizada y el importe de la financiación está correctamente utilizado. Lamentablemente en el mismo informe Langosteira no puede salir peor parada, ya que no cumple en las infraestructuras, todas ellas están infrautilizadas y también infrautilizado el 90% de los fondos aportados. Las opiniones pueden ser cuestionadas; los datos objetivos, no.

Claro que en muchas partes cuecen habas y el informe a que venimos refiriéndonos pone de manifiesto que entre los 1200 puertos marítimos comerciales que se consideran en Europa, hay varios con infraestructuras injustificadas e infrautilizadas que, al consumir fondos comunitarios, entronizan el despilfarro, que finalmente sufragan los ciudadanos. Así, pues, Langosteira no es un caso único; pero por la magnitud de la inversión, el desequilibrio entre capacidad y actividad y las limitaciones naturales, se corona como paradigma de un irracional derroche.