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Brexit duro

La última semana ha servido para poner luz a las intenciones de los mandatarios británicos (encabezados por la líder conservadora, Theresa May) sobre cómo puede ser el Brexit. Y parece que se optará por un Brexit duro, una vez que comiencen las negociaciones para la desvinculación británica de la UE, a partir de marzo.

Los dirigentes europeos que creían en una salida tranquila o que, incluso, Reino Unido se echaría atrás ante la "impracticabilidad" de romper con el proyecto europeo se llevaron un chasco tras el discurso de May en la conferencia anual tory, celebrada en Birmingham. May ha decidido abandonar los impulsos liberales de su partido y abrazar la causa de los "excluidos de la globalización" (cuyos votantes, en parte, contribuyeron a la victoria del Brexit).

Es decir, protección de los trabajadores locales, rechazo por igual del cosmopolitismo de las élites globalistas y del socialismo y, especialmente, fuertes restricciones a la inmigración. La opinión pública europea se llevó las manos a la cabeza, ante lo que parece una copia de las tesis xenófobas del UKIP o de Le Pen, en Francia? hasta que vieron una encuesta donde el 60% de los británicos se mostraba favorable a que las empresas informaran sobre los extranjeros que trabajaban en su seno. Un apoyo que era mayoritario entre los votantes de todos los partidos (incluidos los más europeístas, como laboristas y liberal-demócratas).

Como siempre, convendrá echar una mirada hacia cómo se desarrolla el Brexit y en si se consolidan estas tendencias, que alguien ha denominado como nacional-populistas. Especialmente, porque la Historia enseña que muchos de los cambios socio-económicos de fondo, para el resto de Occidente, comienzan en Reino Unido.

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