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Joaquín Rábago.

Se invierten los papeles

Escuchando estos días al expresidente francés y de nuevo candidato al Elíseo Nicolas Sarkozy, es difícil distinguir su discurso del original de Marine Le Pen.

Incluso ha sobrepasado a la dirigente del Frente Nacional por la derecha al punto de que esta de pronto aparece más moderada, como si tuviera ya a su alcance el palacio del Elíseo.

El líder de Los Republicanos propone por ejemplo encarcelar sin más consideraciones a los sospechosos de terrorismo en lugar de someterlos a vigilancia.

Tampoco está dispuesto a transigir con los niños de los millones de musulmanes que viven en Francia y quiere obligarlos a comer carne de cerdo en la escuela aunque por religión o tradición la rechacen.

Sarkozy pretende prohibir por ley el velo musulmán en universidades y empresas públicas y limitar el derecho a la nacionalidad francesa de los hijos de extranjeros.

Frente a tan hiperbólicas propuestas del frenético expresidente, Marine Le Pen parece últimamente toda una estadista o, como dicen algunos, "el autocontrol en persona".

La presidenta del FN ya no considera el islam incompatible con la República francesa y distingue entre terrorismo islamista y religión musulmana.

Le Pen hace además una amalgama ideológica en la que, como señala el periodista Matthieu Croissandeau, caben desde el lema "En el nombre del pueblo", acuñado en su día por los "sans-culottes" revolucionarios hasta el gaullista de "La Francia Libre" o el "no alineamiento" a lo Pandit Nehru.

Mientras el resto de los candidatos, tanto a la derecha como a la izquierda, radicalizan sus posiciones para no perder a su electorado tradicional, Marine Le Pen modera astutamente su discurso para abrirse al mayor número posible de votantes.

Como Marianne, la figura que simboliza a la República francesa, Marine Le Pen se envuelve en la bandera tricolor y se presenta como la heroína decidida a defender a sus compatriotas de los embates de la globalización y las intolerables imposiciones de Berlín y Bruselas.

Tras haberse hecho con su anterior discurso euroescéptico y xenófobo con buena parte de las clases populares, las que votaban tradicionalmente a socialistas o comunistas, ahora busca con un tono mucho más moderado la complicidad de los funcionarios y las clases medias.

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