Como muchos ciudadanos, contemplo perplejo el escenario político en el que llevamos ya casi un año en España. Los partidos parecen incapaces de entender la nueva lógica en la que deben operar. Pero tampoco los votantes ayudan. Vayamos por partes.

Tras las primeras elecciones la pasividad del Partido Popular era difícil de entender. Cierto que necesitaba muchos apoyos para gobernar y que ninguna de las otras tres fuerzas mayoritarias se sentía atraída por un partido gastado por los recortes y la corrupción. En sentido contrario, hay que reconocer el valor de un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos, que era moderadamente reformista; un valioso esfuerzo de conciliación de programas y un ejemplo de lo que podría ser la nueva política de alianzas. Pero hete aquí que los votantes, en los resultados agregados de las segundas elecciones, premian al pasivo, no castigan la posición maximalista de Podemos y le pasan factura a los dos jugadores con vocación de pacto y actitud constructiva.

La nueva aritmética mejora significativamente la posición del PP y ciudadanos se aproxima en un acuerdo parcialmente similar al que tejieron con el PSOE en la ronda anterior, aunque menos reformista. En esta tesitura, el PSOE no se suma (comprensible porque el PSOE es la alternativa y no estamos ya en una situación de "emergencia nacional") pero tampoco consigue ofrecer un gobierno alternativo, por falta de convencimiento interno, pero también por la dificultad de pactar con tantos jugadores hasta sumar 176

La solución para evitar unas terceras elecciones que muy probablemente tampoco serían definitivas al no dar una mayoría absoluta, es la abstención. Pero esta abstención es vista como una ignominiosa derrota por una parte de los ciudadanos (y del partido) y, de nuevo sorpresivamente, insuficiente por el PP, que lo quiere todo. El PP parece que sigue sin entender que con un Parlamento fragmentado necesita pactar y acordar, que, aunque finalmente gobierne, los presupuestos para 2017 no van a ser los que él haría, sino un equilibrio entre las preferencias de los ciudadanos que apoyan a partidos diferentes. Un gobierno del PP tendrá que hacer cosas que no desea hacer porque se las impondrá la oposición o los partidos de la coalición.

Es verdad que los partidos tienen una parte de culpa del marasmo actual. Pero me temo que la otra es de los ciudadanos siguen entendiendo la política como el fútbol, con antagonismos irreconciliables e imposibilidad de defender posiciones intermedias y equilibrios razonables. A esos ciudadanos les recomiendo que vean menos Juego de Tronos y más Borgen.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)