Los políticos saben como nadie poner cara de póker. Hacer ver que nada les afecta. Y parecen aguantar estoicamente todo lo que les llega. Va en el sueldo, cabe pensar. Pero hay cuestiones que uno no entienden cómo se asumen -para bien o para mal- sin que los tales políticos muevan un solo músculo de su cara.

Este periódico publicó recientemente datos que hacen referencia a la siniestralidad que se registra en un sector en el que, laboralmente, ningún otro alcanza cifras similares: La pesca. Ni la industria, ni la construcción le igualan. Y, año tras año, con las oscilaciones propias de un ente con vida, el trabajo en la pesca continúa ofreciendo datos significativos de su peligrosidad, sea esta propia de la labor a realizar o del descuido o confianza en la tarea realizada una y otra vez, casi siempre la misma: Largar, cobrar cabos; calar o izar aparejos; trabajar en la cubierta sin demasiadas precauciones, etc.

Analizada una y mil veces esta dura actividad, la Xunta -en tiempos del bipartito y gracias a la que fue conselleira de Pesca, Carmen Gallego- optó no por poner remedio -que no sé si lo tiene- a la sangría de vidas de marineros, sino por dar solución económica a la familia de quien fallece durante su actividad laboral en barcos de pesca de la Comunidad Autónoma. Algo así como decir a los deudos del fallecido "no estáis solos".

Cambio de gobierno en la Xunta y cambio de orientación: Aquel seguro con el que se intentaba superar, de entrada, el problema causado por la muerte del marinero, fue liquidado sin miramientos por la Xunta de Núñez Feijóo y la conselleira do Mar, Rosa Quintana. Esta maneja los datos de siniestralidad en la mar; pero considera -al parecer- que no hay nada que hacer más allá de asistir, en el puerto de turno, al sepelio de algún que otro muerto en un llamativo -mediático- accidente registrado en la mar (no digo, como muchas veces se ha comentado entre los afectados por la tragedia, que busca la foto).

Me pregunto si, ante la evidencia de esos datos que ella maneja, Rosa Quintana se habrá preguntado alguna vez si era imprescindible anular ese pequeño consuelo que se otorgabas a las familias de los finados. Y todavía tengo la curiosidad de saber qué ha sentido la actual conselleira en funciones al comprobar que una medida adoptada en Galicia para aplicar a los marineros gallegos, al comprobar que esta la han hecho suya recientemente las autoridades del gobierno de Cantabria. Porque los marineros cántabros disponen, desde hace unos días, de aquello que se les ha hurtado como derecho a sus homónimos gallegos.

Como si nada hubiese pasado, la conselleira del ramo ve las cifras, coteja los datos, calcula el daño y... ¿Pensará en lo que ha restado de las pseudo compensaciones a las familias de aquellos que en la mar dejan sus vidas?

En los últimos días, dos marineros perdieron las suyas aquí, en mares gallegos. Otros dos resultaron heridos. Los percebeiros, como siempre, continúan con sus vidas pendientes de un cabo o un mal cálculo de probabilidades de que la ola, sea la primera, la tercera o la séptima, les alcance. Pero saben, unos y otros, lo que se juegan.

Tal vez el nuevo gobierno autonómico, que casi presume de superávit económico, debiera repensar tal cuestión y aplicar más que la razón de la economía, el sentido de la responsabilidad, olvidando -como si nada hubiese pasado- el mal paso dado hace unos años para anular una decisión impopular.