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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El plebiscito

De modo que, después de dejar al PSOE gallego in articulo mortis -porque ha sido su señoría el principal responsable por sus decisiones en Madrid y su presencia aquí-, a su secretario general Pedro Sánchez se le ha ocurrido una nueva boutade: la revisión de la democracia. Y en vez de respetar las normas -algunas no escritas, pero consolidadas-, que señalan entre otras cosas que el que pierde, paga con el cargo, y si lo hace reiteradamente se retira a la tercera fila o se va, ha optado por enrocarse y desafiar a medio partido. Y al país.

El caso es que lo ha hecho en un doble frente: apelando a la militancia -y prescindiendo de los votantes- para una especie de plebiscito sobre su propia persona -previa campaña de excitación de las bases contra quienes le critican, a los que acusa de "colaboradores de Rajoy y el PP"- y a la vez, convocando un congreso exprés en fecha que parece abocar a unas terceras elecciones o a un pacto in extremis con Podemos y los demás radicales del Congreso.

Las iniciativas han sido rechazadas por el público en general y los más prestigiosos, y antiguos, nombres del socialismo español. Que probablemente intentarán convencer a Sánchez para que rectifique antes de plantear una batalla de difícil pronóstico. En situación normal quizá ganarían los críticos, pero el aún secretario general, está empeñado en aplicar el "No es no" también a sus colega y no cederá caiga quien caiga" aunque sea todo el PSOE.

El caso es, junto al de Fernando VII, probablemente el más ilustrativo de hasta dónde puede llegar la ambición para intentar defender sus intereses personales, disfrazando esa defensa de "batalla por la supervivencia de los principios" y traicionando todas las reglas y la palabra dada las veces que hagan falta. Y le guste o no, su señoría ocupará ese lugar en la historia, quizá junto a Largo Caballero, llamado burlonamente por el PC "el Lenin español".

En cuanto a Galicia, Sánchez enterró la democracia interna que aún quedaba en el llamado PSdeG y además firmó ya su futura acta de defunción con la rúbrica, como testigo, de la presidenta de la gestora, Pilar Cancela, que se negó a dar las explicaciones que le pidió Abel Caballero limitándose a decir, con inexplicable cinismo, que se debía a quienes la nombraron, que estaban en Ferraz.

(Una última reflexión: ya puestos a plebiscitar, Sánchez podría haberlo hecho como Feijóo, que planteó algo así como "yo o el diluvio". Y barrió, que es cómo se sobrevive en política. El método de Sánchez sólo recuerda lo de que "quien se ahoga, por salvarse no vacila en ahogar a su salvador".

¿O no...?)

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