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Sin grano no hay harina

Aunque los dioses nos hubiesen otorgado la afamada flema británica, seguiría escociéndonos la infidelidad de Maersk al abandonar Vigo para cogerse del brazo con Marín. Claro que, a fuer de sinceros, no debemos permitir que los celos no nos dejen ver motivaciones que justifiquen tal deserción y que seguramente las hay. Sin profundizar en el análisis, para el común de los mortales la diferencia de costes fue determinante.

Al margen de esta consideración y sean cuales sean las causas, la dolorosa fractura tiene una muy significativa importancia para el desarrollo global de nuestro puerto. Precisamente por ello, resulta extraño que a su debido tiempo no se hubiesen arbitrado correctoras medidas de contención. Sin indagar culpabilidades -que seguramente las hay- y que, en todo caso, no alterarían la situación actual, debemos concentrarnos en desfacer entuertos y explorar nuevas vías que permitan mitigar el daño presente y ofrecer esperanzas de futuro.

Dentro de medio año, en el próximo mes de abril, debemos acudir a un nuevo concurso, al que llegaríamos con clara ventaja en lo que atañe a infraestructuras, condiciones naturales y ubicación, y también en el volumen de demanda de servicios que emana del tejido industrial de nuestra zona. Importante aportación, pero insuficiente si no conseguimos liberarnos del determinante hándicap en la competitividad de los precios. Y con la estiba hemos topado, que tal vez no sea el único componente de ese hándicap, pero que es innegable su omnipresencia en el negativo desfase de costes.

Siendo imprescindible el respeto a la mano de obra y que se procure otorgarle el mejor estatus laboral posible, esta premisa tiene que ser compatible con que su costo sea competitivo con el de sus colegas de otros puertos. No entenderlo así es un grave perjuicio para el puerto y un suicidio laboral para los trabajadores que, en una sensata reflexión, seguramente se decidirían a abrir las puertas para desbloquear una incómoda y peligrosa situación; sabiendo que al incrementar el tráfico, es obvio señalarlo, habría una inmediata repercusión en el nivel de sus ingresos salariales. Sensu contrario, no es cuestionable que el declive del puerto sea indisoluble pareja de baile de los trabajadores de la estiba, que han de compartir sus avatares, porque si no hay grano no hay harina. Pongamos, pues, pros y contras en los platillos de la balanza hasta encontrar el equilibrio del happy médium.

A mayor abundamiento y sin ánimo de alarmar, opino que la estiba debiera tomar conciencia de que, al margen de la pérdida de tráfico, sobre ellos pende la espada de Damocles que es la sentencia comunitaria tendente a acabar con el actual monopolio y que podría dejarles en situación de clara desventaja. Y la mejor forma de recurrir ese fallo es someterse a un diálogo sincero, constructivo y con el propósito de alcanzar un acuerdo equilibrado.

Paralelamente se recrudece el lastre con el que los trámites administrativos y sanitarios vienen socavando las envidiables posibilidades de un recinto portuario de excepcionales condiciones naturales. Preocupante y tal vez rocambolesco es que un mal entendido celo profesional de los responsables del PIF esté desviando el tráfico de mercancías perecederas, con la burlesca realidad de que pescado y frutas se descarguen en Leixões y, por carretera, lleguen a Vigo, porque el coste de este transporte es inferior al que absurdamente imponen nuestros trámites.

Vergonzoso e incomprensible que dos inspectores del puerto portugués despachen lo que en Vigo ocupa a catorce que, eso sí, incluso analizan la calidad de la tinta de los informes. Hay motivos para la risa, pero sobre todo para una acuciante preocupación que exige, con la máxima urgencia, que Sanidad Exterior, Aduanas y Soivre enderecen el rumbo para hacer frente a un nefasto declive, al que también en este ámbito podría serle aplicable que sin grano no hay harina. Cumplir, por supuesto; abusar, no.

En todo ello tiene mucho que decir la Autoridad Portuaria, que debe agarrar al toro por los cuernos para racionalizar trámites administrativos y sanitarios y esforzarse en afrontar todos los reajustes posibles para minimizar el impacto en la estiba. Y si, como es deseable y necesario, consigue zanjar estos cruciales problemas, debe intentar, sin pérdida de tiempo, recuperar todo o parte del tráfico generado por Maersk y del desviado a Leixões, sondeando los mercados mundiales en busca de nuevos operadores. El pistoletazo de salida se ha dado: Leixões ya está ahí y abril a la vuelta de la esquina.

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