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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

El triunfo del bien

En Galicia se han repetido (aunque con distintos protagonistas) los resultados de las elecciones pasadas (41 diputados para el partido ganador) y en una mayoría de medios, tanto regionales como nacionales, el suceso se interpreta como un éxito personal grandioso de Rajoy y de Núñez Feijóo. Del primero porque ahora puede esperar que los críticos con Sánchez dentro del PSOE le faciliten la abstención en una próxima investidura, o lo libren de su molesta presencia con un golpe de mano palaciego. Y del segundo, porque creen que afianza su candidatura como hipotético sucesor de Rajoy en la jefatura del PP y, por tanto, como futuro aspirante a la presidencia del gobierno de España.

En política es arriesgado hacer pronósticos pero no hay que ser demasiado atrevido para conjeturar que Sánchez tendrá muy complicado resistir a las presiones de que va a ser objeto por parte de los llamados barones, de las vacas sagradas de su propio partido y de los medios madrileños que vienen pidiendo su cabeza desde que insinuó la posibilidad de pactar un gobierno con Podemos, Ciudadanos y los nacionalismos periféricos. Y como le ocurre a todos los personajes que se encuentran en una situación dramática, solo tiene dos opciones: quitarse de en medio pegándose un tiro (quiero decir presentando la dimisión) o liarse la manta a la cabeza y arriesgarse a una tercera convocatoria electoral a la que llegaría muy debilitado. Desconozco cuál de ellas escogerá, pero en cualquier caso será una decisión muy amarga para él como político y como persona. La socialdemocracia europea, en su conjunto, pasa por momentos de confusión y no tiene muy claro cuál debe de ser su papel como alternativa política a una economía global, desregulada, que algunos observadores calificaron como "de casino". En Francia y en Italia, reviste formas cada vez más descafeinadas; en Portugal optó por un giro más a la izquierda mal visto por los rectores de la Unión Europea; y en la Gran Bretaña del Brexit se ha dado el caso de que los diputados en el parlamento hayan pretendido descabalgar al líder que mayoritariamente apoyan las bases. En cuanto al éxito personal de Núñez Feijóo en las elecciones gallegas y a su posible carrera política en Madrid, creo que se exagera un poco. Llevado por el entusiasmo, un ilustre politólogo ha llegado a comparar el acontecimiento nada menos que con el Armagedón, es decir, con la lucha definitiva entre el Bien y el Mal según lo describe el evangelio de San Juan (el Mal sería por supuesto En Marea y el Bien, el PP y Núñez Feijóo). Y otro comentarista, con el viaje de Ulises a Ítaca, un periplo azaroso que ha de concluir seguramente en La Moncloa. No es para tanto.

El éxito electoral en Galicia, aunque sea el tercero por mayoría absoluta, no es garantía de obtener algo parecido en el resto de España. Ni la realidad económica y social de Galicia (cuarta menor renta por habitante, segunda pensión media más baja, segunda autonomía más envejecida, 770.000 personas en riesgo de pobreza, etc., etc.) es el mejor escaparate para promocionarse. Otra cosa es que los gallegos se manifiesten conformes con ello y piensen que con otros aún les iría peor. Pero quede esa reflexión para otro día.

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