El escrutinio de las elecciones gallegas y vascas no modifica la composición del Congreso de los Diputados, pero ha precipitado los acontecimientos en el PSOE, que ha sufrido la mayor pérdida de votos, hasta obtener los peores resultados de su historia electoral en las elecciones autonómicas celebradas en las dos comunidades autónomas. El partido encadena así en los dos últimos años una serie de derrotas sucesivas, que es la más negativa de su trayectoria en la democracia actual y solo comparable a la registrada por Alianza Popular bajo el liderazgo de Fraga. La dirección ha evitado hacer un análisis del desplome electoral por etapas que está padeciendo el partido y, ante las voces críticas, ha optado por pedir a los afiliados una confirmación del liderazgo de Pedro Sánchez.

La iniciativa plantea un pulso en toda regla por el poder e indica de manera inequívoca la gravedad de la crisis que se vive en el seno del PSOE. Si es aprobada en la reunión que celebrará el sábado el Comité Federal, la propuesta de la ejecutiva se traducirá en la convocatoria del congreso ordinario, que debía haberse celebrado hace meses, y la celebración previa, excepto que solo haya un candidato, de una votación para elegir al secretario general. Para cumplir con el calendario previsto será preciso forzar al límite, e incluso más allá, los plazos establecidos en las normas internas del partido y, aún así, las sesiones del congreso coincidirían con la apertura de la campaña electoral, en el caso de que se celebren nuevas elecciones y la fecha de las votaciones se adelante una semana.

En su comparecencia ante los medios, Pedro Sánchez ha asegurado que la elección de secretario general y la celebración del congreso no implica que deba darse por segura la celebración de nuevas elecciones, y anunció que mantendría contactos con el resto de partidos para formar gobierno, sin excluir a ninguno explícitamente, convencido de que si logra un acuerdo dispondría de tiempo suficiente para tramitar su investidura. Esto requiere una aclaración; primero porque será difícil, como puede verse, que los partidos negocien su apoyo a un candidato pendiente de las decisiones de su partido y, segundo, porque el plazo para la disolución de las Cortes concluiría solo días después de la elección del secretario general del PSOE, pero antes de que se reuniera el congreso. La propuesta de Pedro Sánchez parece, pues, estar orientada más por el objetivo de fortalecer su liderazgo ante unas nuevas elecciones que por la confianza en las posibilidades de formar gobierno.

El Comité Federal del PSOE tiene, entre otras, las funciones de definir la línea política del partido entre congresos, examinar la gestión de la ejecutiva y exigirle responsabilidades, determinar la política de alianzas y convocar congresos y primarias. De modo que es un órgano diseñado para deliberar y tomar decisiones, con urgencia si es preciso, sobre las cuestiones de mayor trascendencia en cada coyuntura política. Aunque Pedro Sánchez se ha mostrado seguro de contar con el respaldo de la mayoría en dicho comité, en realidad su propuesta de celebrar el congreso es un intento de desactivarlo y poner en juego el liderazgo del partido en una disputa a todo o nada, sin debate por medio. De otra forma no puede interpretarse su invitación a los discrepantes, cuya existencia ha reconocido por primera vez, para identificarse, aclarar su posición política y presentar un candidato rival a la jefatura del partido. La cuestión es dirimir las diferencias de una vez y restablecer la unidad del partido en torno al vencedor de la pugna.

Pedro Sánchez enumeró ante los periodistas las cuatro crisis que atraviesa la sociedad española y Rajoy ha sido incapaz de cerrar, pero se olvidó de citar la que se abre en el PSOE que, según cuándo y cómo sea su desenlace, condicionará poderosamente la política nacional. Tengo para mí que el dirigente socialista oculta bajo formas correctas un profundo error político, que ha abocado al partido a un peligroso enfrentamiento interno en el momento más inoportuno.