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Víctor Mora fue el autor de los tebeos del Capitán Trueno, el personaje que daba réplica desde España a los héroes de la Marvel. Víctor Mora, el guionista del tebeo, murió hace cosa de un mes, coincidiendo casi su desaparición con el auge del otro Víctor Mora, su tocayo, ensayista que ha ganado el primer Premio Sagasta con una obra en la que disecciona el acoso a los homosexuales durante el franquismo. Que yo recuerde, el Capitán Trueno no colaboró jamás ni con Franco ni con nadie en ese asedio; siendo, como era, un paladín en favor de la justicia y un defensor de los perseguidos, debería en realidad haber puesto su espada a favor de la lucha contra la homofobia. Pero tampoco recuerdo ninguna campaña así en los muchos tebeos que leí del Capitán Trueno, Crispín y Goliath durante mi infancia. Ni siquiera una sombra de sospecha, al ser hombres los tres protagonistas de las historias; las aventuras del Capitán Trueno tenían lugar en una época, la de la Reconquista, en la que la defensa de las causas perdidas era otra y, en cualquier caso, hasta tenía novia oficial.

La censura franquista no habría dejado pasar ningún guión con un Capitán Trueno gay pero tampoco creo que a su autor se le pasase por la cabeza semejante adelanto de los tiempos. El problema era distinto. Lo que el otro Víctor Mora, el ensayista, detalla en su libro "Al margen de la naturaleza" es el esfuerzo de los jerarcas del régimen por presentar pruebas científicas de la homosexualidad como patología peligrosa, condición que permitía perseguir e incluso encerrar a los gais. Más, no. Ya habían pasado por suerte los tiempos en que se fusiló a García Lorca.

Alguna crítica del libro de Mora ha calificado aquel esfuerzo pseudocientífico e extravagancia; hoy no se concibe calificar a los homosexuales de enfermos. Pero ¿en realidad han cambiado tanto las cosas? Jesús Tomillero, el primer árbitro de fútbol que ha salido del armario, dice vivir en estado de pánico por las amenazas de muerte que le llegan. Y si los movimientos del arco iris han convertido en normal la condición homosexual, quedan otras formas de persecución al diferente. Son los de distinta lengua, distintas costumbres, distinto credo y distinto color de piel los perseguidos de hoy. Incluso cuando se quiere hacer lo contrario. En California, donde las vueltas que da la vida -la académica, sobre todo- me han llevado, es inconcebible usar en público la palabra "negro" para referirse a alguien. Como en la universidad y la ciudad de Irvine hay poquísimos, se trata de un problema menor. Pero latinos, que es como se conoce de manera oficial a los mejicanos, hay muchos. Pues bien, se les atribuye de manera oficial "color de piel intermedio" y al firmar los papeles para ejercer de profesor a uno se le pregunta si pertenece a esa condición. Ganas me dieron de poner que mi color de piel es negro teléfono porque en el fondo la cosa va de eso: de ser diferente y de lo que supone serlo. Con las elecciones vascas y el asunto del euskera obligatorio de nuevo sobre ascuas se incide en lo mismo: o eres de los míos, o no, y si no lo eres, vas apañado.

Llevo toda la vida siendo de los otros, aunque no sea ni homosexual, ni negro, ni musulmán. Uno se acostumbra pronto y entonces da un poco lo mismo. Pero por si las moscas hablo en inglés en California y en francés en Pasajes, que Pasaia no me sale.

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