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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Simplezas paremiológicas

La paremiología -del griego paroimía (proverbio) y logía (compilación, colecta, tratado)- es la ciencia que estudia los refranes, los proverbios y otros enunciados sentenciosos con la intención de condensar y transmitir algún conocimiento tradicional basado en la experiencia. La Real Academia Española (Diccionario, 22ª ed., 2001), restringe más su significado y la define como "tratado de refranes" y puntualiza que refrán es un "dicho agudo sentencioso de uso común". Unos refranes nacen de chascarrillos, tradiciones o leyendas y condensan creencias y supersticiones populares; otros tienen un origen culto y proceden de sermones e historias pronunciadas o escritas en lengua vernácula. Ambos tienen su peculiar retórica, en la que se entrelazan el ritmo, el paralelismo, la antítesis, la elipsis y los juegos de palabras.

En España son antiguos y prolijos los compendios de refranes. Durante el siglo XV, se tuvo la pretensión de elevarlos a los apotegmas grecolatinos. Valgan como ejemplos la colección de adagios de Erasmo de Rotterdan o los Refranes que dicen las viejas tras el fuego, atribuidos a Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana. En el siglo XVI varios son los tratados de refranes, entre los que podemos citar el Libro de refranes compilado por el orden del ABC (1549), recogidos por Pedro de Vallés, o los Refranes o proverbios en romance que nuevamente coligió y glosó el comendador Hernán Núñez de Guzmán (1555). En el siglo XVII destacó Sebastián de Covarrubias, con su Tesoro de la Lengua Castellana (1611). Ya en el siglo XIX cabe citar al Joaquín Bastús y a José María Sbarbi y Osuna. En Galicia quiero señalar Literatura Popular de Galicia (1987) -que incluye una colección de refranes gallegos-, según recopilación de Juan Antonio Saco y Arce, editada y estudiada por su sobrino nieto, mi querido amigo Juan Luis Saco Cid.

De la lectura, experiencia y observación extraigo mis simplezas. Mas he de confesarles que las de hoy están influenciadas por la paremiología, pues estos días, por razones que no vienen a cuento, he buscado lecturas livianas y divertidas. Las he encontrado hojeando en los cuatro libros que escribió sobre Refranes españoles (1926, 1930, 1934 y 1941), entre otros muchos tratados españoles, el lexicólogo y cervantista Francisco Rodríguez Marín (Osuna, 1855 - Madrid, 1943). No obstante, no han de asustarse. No los he copiado, ni mucho menos he dado esplendor a lo leído, siguiendo la sentencia anónima que afirma: "No todos repiten los chismes que oyen, algunos los mejoran". Sencillamente el refranero me ha sugerido las simplezas con que hoy les obsequio. Y una aclaración, ya repetida en estos sueltos dominicales, simplezas son para este escribidor frases sencillas y concisas a medio camino entre la sentencia y la greguería. Apostillas hechas, al modo de Marín, que a su vez explicita en la portada: "No contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas.

No hay sabios más probados y complacientes que los libros que, como almacenes provisores del saber, siempre están listos y a la espera para darnos gratuita y puntualmente sus conocimientos.

El hombre es un animal de contradicciones. Al tiempo que proclama libertad, cautiva a las plantas en macetas y jardineras, encierra a los animales en jaulas y recluye a sus semejantes en cárceles.

La estupidez y la inteligencia son tan contrapuestas como la infección y la inmunidad. La diferencia está en que ni la inteligencia ni la inmunidad son contagiosas.

No todos los hombres que usan peine tienen "cabeza", solamente pelo.

En la postguerra civil de 1936 las restricciones de papel higiénico impusieron los periódicos con ese innoble fin. No acierto a saber por dónde nos entró la afición por la prensa escrita a los que fuimos niños en esa época.

Curiosa historia la del pañuelo, que nació como mocadero o de narices, pasó a ser servilleta o de manos y hoy es, al menos para los muchos guarros, de doble uso.

La salsa al glotón le despierta el apetito y al inapetente le mancha la camisa.

Un invento exige otro: el tapón de corcho, el sacacorchos; la lata de conservas el abrelatas; el cepillo de dientes, la pasta; el afeitado, la navaja de afeitar; la taza del wáter, la cisterna de agua?

¡Incauto clínex que naciste como desmaquillador y acabaste como moquero!

¿Recibiría complaciente la desposada el anillo de bodas, si supiese que en otro tiempo representó los grilletes para sujetar la hembra raptada?

Algunos hombres y mujeres son como el agua hervida: saludables pero sosos.

Aprender no es otra cosa que hacer y deshacer hasta que salga bien.

Los desagradecidos anotan los favores con tinta invisible.

El principio de la sabiduría es querer aprender.

Lo mejor de la razón es que tarde o temprano se acaba teniéndola.

Alguno tiene la lengua tan viperina que parece que en lugar de saliva está bañada en vinagre.

El desagradecido es un desprendido al revés, por eso, aunque disimule, se le ven las costuras.

La mejor manera de mantener un secreto es no escucharlo.

Lo peor del mal es que extermina el bien.

No hay mayor temor para el justo que un juicio injusto.

Las malas lenguas son descendientes de las orejas curiosas.Francisco Rodríguez Marín (Museo Bellas Artes. Sevilla), 1934.

Indecisos son los que nunca tropiezan porque nunca comienzan a caminar.

Compadezco al murmurador, que siempre va a mis espaldas y habla con mi culo.

Para llegar a sabio es necesario: nacer listo e intuitivo, instruirse mediante la lectura y el aprendizaje, escuchar y ver, vivir y experimentar y finalmente transmitir. Y ya está, no es fácil.

Si caes, levántate sin buscar culpables, no olvides que los pies son tuyos.

Lo malo de los ruines es que no perdonan los favores.

Cada cual en su casa haga lo que le plazca, en la ajena no olvide que "en cada corral hay un solo gallo".

Ir a Carballiño (Ourense) y no comer pulpo es como ir a Porzuna (Ciudad Real) y no engullir queso.

Solo es imposible aquello que no se intenta.

El que solo manda y no hace, ni vive ni deja vivir.

El que dice "mañana se hará" pocas veces afirma "hecho está".

Si lo que se vende es un terreno debería expresarse en kilos, en lugar de metros cuadrados.

Si al caminar tropiezas, levántate y sigue tu camino, la culpa no es tuya, es del obstáculo.

Al acometer un trabajo, fracaso y error son dos buenas razones para comenzar de nuevo.

Ni ayer, ni mañana, ni ahora, ni mucho, ni poco; todo a su compás y peso.

A algunos le late el corazón y otros lo tienen enlatado.

No hay peso más ligero que el que llevamos por ayuda.

Las excusas son directamente proporcionales a las mentiras.

Para convertir lo difícil en fácil, simplemente hay que hacerlo.

Para algunas voces debería ser obligatoria la sordina.

La razón de ser más es saber más, no tener más.

Cuando menos es de parvos, llorar cuando se debe reír y reír cuando se debe llorar.

Una cosa es segura: se corre más con la imaginación que con las piernas.

No te infravalores, gracias a ti, por humilde que seas, el mudo es mejor para los tuyos y, gracias a ellos, mejor para los demás.

Para los que al hablar se acercan debería ser obligatorio el torno de clausura.

El consuelo del necio es que siempre hay todavía uno más necio.

¿Por qué en las elecciones el voto de los tontos es siempre para otro tonto?

Instruir es enseñar a dudar para encontrar la verdad.

A los lenguaraces había que recordarles que tienen dos orejas para escuchar.

El número de funerarias es directamente proporcional a la mala asistencia médica.

Solo se ahoga el que prueba la profundidad del río con ambos pies.

En la práctica, seguro a todo riesgo es el que cubre todo, menos el accidente que sufres.

El ojo del culo es ciego para que no te mueras de asco.

Los ojos de los lascivos eyaculan deseos.

Nadie es demasiado viejo para empezar, quieras o no siempre estamos empezando, porque a todo fin le sigue un inicio.

A los hombres los años los trasforma en uvas pasas: arrugados y más dulces.

Las palabras sin hechos son como los pedos del estreñido.

Algunos políticos en elecciones son como "Pedro de las Mejorías" que todo lo que prometen y lo empeoran cada día.

El hombre eficaz piensa cuanto quiere, habla menos y hace más.

Los hombres son como los dedos de la mano, todos distintos y todos útiles.

Aprender es cosa fácil si se atiende, se escucha y se entiende.

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