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En ocasiones se publican noticias que obligan a pensar si no habremos perdido ya el norte para siempre. Los titulares de hace un par de días contaban que el gobierno holandés obligará a partir del año próximo a los refugiados procedentes de los países en guerra de Medio Oriente que se comprometan por escrito a respetar los valores occidentales. No creo que haya nadie tan idiota como para pensar que quienes llegan huyendo de la guerra despavoridos, cansados y hambrientos, sin nada encima, van a hacer melindres a la hora de firmar un papel así. Puestos a comprometerme, si yo estuviese en esa situación me comprometería, igual que en el cuento de las Mil y una noches, a hacer hablar a un caballo. Pero seguro que semejante desatino se habrá redactado en una muy sesuda comisión antes de ser discutido en los despachos de directores generales, secretarios y ministros para ser leído, al fin, por el rey Guillermo de Holanda en la apertura del año parlamentario de su país.

La primera vez que leí que para entrar en los Estados Unidos había que firmar un documento en el que el visitante se comprometía a no dedicarse a la prostitución ni intentar matar al presidente me entró la risa. Creo que el papel de marras supuso hasta un conflicto diplomático cuando a otro monarca, la reina de Gran Bretaña en esta ocasión, le exigieron pasar por ese trámite. Igual es una leyenda urbana pero, sea como fuere, me explicaron que el propósito de una medida que parece absurda es el añadir el agravante de juramento en falso si el propósito de uno era en verdad el de llevar a cabo un magnicidio, con lo que la pena de muerte queda asegurada. Pero si eso tenía sentido antes, ahora queda nada claro. Porque no ya los magnicidas sino incluso los que se proponen matar a los ciudadanos corrientes están dispuestos a suicidarse, como lo que la amenaza de la pena capital viene a ser como una nota a pie de página.

Lo que parece fuera de toda duda es que antes y ahora quienes escapan de dramas como con los de Siria o Irak ni siquiera van a leerse el papel que les ponen por delante; lo firmarán ponga lo que ponga. Y luego, si logran salir del marasmo que supone una guerra y un exilio forzado, harán lo que les venga en gana porque, que yo sepa, ni siquiera hay pena de muerte en Holanda. Cosa que obliga a pensar en cuál será la razón que ha llevado al gobierno con sede en La Haya a arbitrar semejante medida. La separación de Iglesia y Estado y la igualdad entre mujeres y hombres, que son los principales valores occidentales a defender frente a quienes vienen de países que siguen la ley islámica y obligan a cubrirse a las mujeres, resultan defendibles sin excusa alguna. Pero querer imponerlos por la vía del documento que se presenta a la firma es de una ingenuidad enternecedora. Al final terminaremos prohibiendo a los terroristas que dejen aparcado el coche bomba en zona azul sin ponerle el tiquet reglamentario.

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