Hay que suspender todo juicio sobre el futuro político a la espera del recuento de los votos en Galicia, el único lugar en el que bloqueo institucional puede encontrar un punto de inflexión. Y sólo sirve un cambio dramático, por imprevisible y por sus consecuencias, como que Alberto Núñez Feijóo pierda la mayoría absoluta y prospere la alternativa del conglomerado de la izquierda, una hecatombe para el PP que aproximaría a los socios imposibles que hoy son PSOE y Podemos. Las encuestas anticipan que la probabilidad de que tal cosa ocurra es escasa, pero en junio los augurios demoscópicos fracasaron de forma estrepitosa, aunque ya se nos haya olvidado.

Después de tantos meses en las trincheras resulta evidente que no hay salida sin ruptura y las terceras elecciones no rompen con nada, serían una calamitosa continuidad.

La ruptura del monolitismo del PP por el frente gallego es una opción que depende de los electores y, como tal, abierta e incierta. Otras tienen un territorio más acotado, como la fractura del precario equilibrio interno del PSOE, todavía no se sabe en favor de quién, si de Pedro Sánchez o de los barones. En este supuesto, son tan inciertos el resultado como sus consecuencias. Si el partido bascula hacia su teórico líder está claro que Sánchez intentará fracasar de nuevo, aunque quizá cumpla con la consigna de Beckett y fracase mejor. De imponerse los jefes territoriales, la salida es una incógnita, aunque tendrán que buscar la forma de romper el insostenible blindaje del no. También resultará dramático.

La tercera posibilidad de ruptura para acabar con la agonía política está en el seno de Podemos. Con la aceleración que caracteriza todos sus procesos, el partido de Iglesias ha generado ya sus propias élites, sumidas en una pugna interna que, desde la doble perspectiva de teórico y contendiente, Monedero define como una lucha "ideológica y de poder". El combate será cruento: aunque Podemos asuma con rapidez los modos de los partidos más clásicos carece todavía de la cultura política necesaria para atenuar daños internos. Iglesias lleva las de ganar en la confrontación, con el resultado de un partido muy firme en sus esencias pero con escasa capacidad de satisfacer las expectativas de sus votantes. Si se impone Errejón, se abre la perspectiva de entendimiento con el PSOE y de una mínima recomposición de la izquierda en dos formaciones distintas pero con capacidad de buscar el terreno común, su única esperanza de superar en algún momento a la derecha.