Con esta columna cierro la serie de diez contribuciones dedicadas a urgencias para la próxima legislatura. Aunque todas con contenido económico, buena parte de ellas lo trascienden. Aunque, a mi juicio, todas relevantes, no agotan, ni mucho menos, la lista de tareas. La realidad es que existen pocos frentes en los que podamos estar satisfechos. Porque los desafíos estructurales son muy complejos de resolver o porque el escenario cambia a gran velocidad y, con ello, la necesidad de adaptación.

Gane quien gane el domingo, necesitamos un gobierno fuerte y valiente, pero también generoso e inteligente. Vayamos por partes.

Lo primero, tenemos que pensar más. La realidad es que innovamos poco y el peso del pasado acaba imponiéndose. Debemos interrogarnos continuamente sobre si es posible hacer las cosas de otra manera. O, directamente, si merece la pena dejar de hacer algunas cosas para tener recursos que dedicar a otras. Romper con el pasado siempre cuesta. Hay que ser valientes para asumir las quejas y críticas de los que pierden con el cambio, sin esperar a corto plazo que los que van a ganar, aunque sean más, vayan a felicitarnos. Y, por supuesto, tenemos que introducir la necesidad de evaluar ex ante la rentabilidad social de las inversiones y grandes proyectos. Debemos evitar cometer errores como los del pasado. Frente al localismo, la improvisación y las ocurrencias, precisamos una estrategia global anclada en la racionalidad y el cálculo.

Lo segundo, es que debemos evitar los giros sistémicos sin experimentos previos. Antes de redactar leyes y cambiar por completo una política hay que hacer pruebas y experimentos, para aprender de ellos a la hora de definir el cambio. Esto es lo que se hace en los países más adelantados en el diseño de políticas públicas y es la llave del éxito. No a los cambios globales sin experiencias piloto previas.

Lo tercero, hay que pactar y consensuar. Incluso si el gobierno cuenta con mayoría absoluta, el Parlamento no puede ser solo un espacio de control del ejecutivo. Es fundamental que este comparta diagnósticos y estrategias, que escuche a la oposición y que trate de pactar en el ámbito de las medidas estructurales que deben ser aplicadas en períodos que van más allá de la legislatura y en las que contar con amplios consensos políticos manda una señal clara a la Sociedad y el tejido productivo.

Finalmente, necesitamos un gobierno con equipos muy solventes. Y eso cuesta dinero. En particular, no podemos pretender tener buenos directores generales pagados a precio de saldo y trabajando a doble turno. Sé que decir esto no es muy popular, pero la verdad es que los recortes en las retribuciones y condiciones de trabajo de quienes deben pilotar la acción del gobierno han empeorado muy sustancialmente en el pasado reciente. Me temo que si queremos hacer las cosas bien, tendremos que cambiar también en esto.

*Director del Foro Económico de Galicia

@SantiagoLagoP